viernes, 8 de junio de 2012

¿Qué es el Grial?



La Edad Media fue una época de símbolos, de pensamiento simbólico.
En unos 50 años de escritura incesante quedó construido para siempre el mito del Grial, entre los siglos XII y XIII.

En El Cuento del Grial, de Chrétien de Troyes, Perceval se configura como primer héroe del Grial.
Perceval vive en “la yerma floresta solitaria”.
Perceval no sabe nada de la caballería. O sea: No sabe nada.
Es el ignorante; el inocente.
Vive solo con su madre. Recorre los bosques con sus jabalinas.

Un día, yendo de caza, escucha sonidos que proceden del bosque: Son las lorigas, los escudos y las armas de un grupo de caballeros que avanza; el metal choca con las ramas de los árboles. Perceval, desde un claro, mira, intrigado. Los caballeros salen del bosque.

Perceval los ve y se arrodilla, extasiado ante el brillo y el color, ante el fascinante despliegue cromático, ante el espectáculo fantástico.
Perceval pregunta a uno de ellos quiénes son. Pregunta incesantemente. Quiere ser como ellos. El caballero le dice que las armas se las dio el rey Arturo.

Perceval parte en busca de ese brillo y ese color. Su madre lo ve marchar y muere de pena. Perceval la ve caer pero sigue adelante.


Llega a la corte de Arturo y le pide armas al rey.
Todo el mundo se ríe del muchacho.
Todo el mundo, menos una doncella, que hacía mucho que no sonreía.
Ahora sonríe y dice a Perceval:
- Tú serás la flor de la caballería.
El caballero del Grial, pues, no es cualquiera: Es un elegido. Un predestinado, en contra de todas las apariencias.

Perceval inicia su formación, su aprendizaje caballeresco.
Deja la corte en busca de aventuras.


El Rey Pescador lo acoge en su castillo, el Castillo del Grial.
El castillo surge como una “aparición”; una aparición maravillosa:
Es el “más allá”.
Perceval visita el más allá.
El Rey Pescador resulta estar enfermo. Es el Rey Herido.
Durante la cena, atraviesa la sala un cortejo.
Llega una doncella que transporta “un graal”. Un recipiente, un ciborio.
Se hace una claridad tan grande que las candelas pierden su brillo.
Es la luz del Grial.
Un recipiente vulgar se transforma en un objeto maravilloso.
El cortejo, y con él la doncella, entran en la cámara de al lado y desaparecen.

¿Qué es el Grial? Eso no se dice, responderá el Gornemanz de Goort de Wagner.


Perceval no pregunta. Quiere hacerlo, pero no se atreve.
Está sobrecogido. Permanece silencioso.
Se calla. Y por tanto no obtiene respuesta.
A partir de este momento, Perceval es el que no ha preguntado.

La pregunta era el puente de comunicación con el otro mundo, representado por el Grial, puesto que el Grial es una aparición maravillosa.
El Grial responde si se le pregunta.
El héroe ha de preguntar: establecer comunicación, construir el puente.

Perceval marcha de nuevo.


Regresa a la corte de Arturo. Ya es un caballero, aunque ha fracasado en la aventura fundamental.
Así se lo dice públicamente la “Doncella Fea”:
- Eres un desdichado, porque no preguntaste cuando tenías que hacerlo.
Te ha pasado por el pecado que cometiste con tu madre (al abandonar / matar a la madre):
El pecado te trabó la lengua.


Perceval cae en un estado de crisis.
Asegura en presencia de los demás caballeros que no cesará de buscar.
Buscar y preguntar es lo mismo.
El que no ha preguntado ahora se dedicará a buscar.
No cesará hasta conocer la respuesta. Preguntará a quién sirve el Grial.

La pregunta es el deseo de conocer, el afán de saber.


Perceval emprende un nuevo periodo errante.
Vaga durante cinco años. Amargado, en un estado de absoluta pérdida. Olvidado de Dios.
Su crisis es religiosa.
Lucha frenéticamente en las más duras aventuras, pero no le sirve de nada.


Un Viernes Santo Perceval se encuentra al ermitaño, que le desvela los misterios del Castillo del Grial:
El Rey Pescador es el hijo del Rey del Grial, el Rey al que sirve el Grial en la cámara vecina (el Dios Padre, el rey oculto, al que no vemos).
El ermitaño también le dice que su silencio provino de su pecado, del pecado que cometió con su madre.

La novela de Chrétien de Troyes se interrumpe aquí.


En las continuaciones, la búsqueda se transforma en empresa caballeresca colectiva:
Todos los caballeros de la corte parten en busca del Grial.
El Grial es dispendiador de bienes. Su pérdida ha supuesto la desolación de la tierra.
La búsqueda es la misión de la caballería.


Un autor anónimo introduce a un nuevo personaje:
El nuevo héroe del Grial es Galahad: el caballero puro.
Galahad ya no tiene que preguntar nada.
El Grial se aparece. El héroe sólo tiene que verlo. Ver es conocer.
Perceval, Boores y Galahad llegan al Castillo.
El Grial se aparece. Sólo Galahad consigue ver su interior.
Mira, su cuerpo se estremece y cae muerto. Ha entrado en contacto con la Divinidad.

La pregunta la sido sustituida por la experiencia visionaria.


El Parzival de Wolfram von Eschenbach rectifica la historia de Chrétien:
Parzival llega al Castillo del Grial, ve al Rey Herido y no le importa su dolor, su terrible herida.
Parzival sólo se preocupa de sí mismo, sólo atiende a su propio deseo de conocer.
No pregunta por el sufrimiento del otro. Ve a ese hombre que está sufriendo y no dice nada.
La pregunta importante no es a quién sirve el Grial.
Cuando Parzival vuelva al Castillo preguntará:
- ¿Cuál es tu dolor?

Antes de poder hacer esa pregunta, Parzival ha pasado largas noches oscuras. Cuando regresa al Castillo, ya es capaz de sentir el dolor del otro. Sentir compasión. Ha aprendido lo que significa el amor.

La pregunta se ha convertido en sentimiento.


Por eso, el Parsifal de Wagner ya ni siquiera necesitará preguntar:
Lo que tiene que hacer Parsifal ya no es preguntar sino sentir.
Sentir, compartir el sentimiento del otro, compartir el dolor:

En la ópera de Wagner, Parsifal despierta y se lleva la mano al costado.
Le duele la herida del Rey. Es como si la tuviera él:
- Die wunde, die wunde!, exclama.

 

4 comentarios:

  1. Hace tiempo..._puede que mucho tiempo-, que leí la admirable novela de Chrètien de Troyes, e indudablemente ví en ella como en la grandiosa ópera de Wagner un profundo misticsmo que tiene mucho que ver con el espíritu que movió la búsqueda de la identidad europea. Esa a la que ahora parece que llevamos renunciando desde hace décadas, divididos en banderías y resaltando los errores más que las virtudes, sin aprender de los unos, ni apoyarnos en las otras para cumplir con el destino que ya vislumbraron nuestros antepasados, al mismo que hemos,parece, vuelto la espalda.
    En fin, siempre nos quedarán los de Troyes,y Wagner, para recordarnos nuestro deber.... Gracias por tu artículo.

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