lunes, 25 de febrero de 2013

Parzival




¿Qué es la vida? Esfuerzo y combate, enfermedad y muerte.
¿Qué es el mundo? Fuente de la miseria, valle de los lamentos, campo de batalla de las pasiones.
¿Qué son las cosas? Materia imperfecta, efímera y mudable, desde un principio inserta en la decadencia y la corrupción.
Nada de lo que comprendemos con los sentidos es duradero. En la Tierra sólo hay una certeza: la muerte.
Cuando se toma conciencia de ello, todo lo terrestre pasa a ser nadería, se transforma en nimiedad.


Quizá en algún momento algo en nosotros se convierte en transmisor de la Luz, como los metales transmiten el calor. En algún momento, si estamos suficientemente alertas. En algún momento si, a fuerza de buscar, nuestros sentidos interiores se han agudizado lo bastante. Nos transformamos entonces, aunque sólo sea por un segundo, en un pararrayos que recoge el mensaje.
Transmutados entonces definitivamente, algunas cosas dejan de importar y se empiezan a vislumbrar otras realidades, invisibles hasta ese instante. Son visiones huidizas y trémulas, como escuchar tan sólo el eco remoto de una voz.


La muerte es piedad, refugio, paz.
El camino de pronto traza una curva y el paisaje que nos envolvía desaparece.
Al morir, nos diluiremos en la Luz.
La Luz penetrará en nuestro interior, romperá las cadenas, deshará las ataduras, fundirá los barrotes de la jaula.
La Luz se convertirá en puente y salvoconducto, se convertirá en pócima que nos reintegrará al ámbito del que provenimos.
Nos reincorporaremos al núcleo radiante del que un día fuimos arrancados.
Abandonaremos esta tierra por la que caminamos como exiliados, exiliados de un origen que ya sólo vagamente recordamos, pero cuyo brillo incandescente de vez en cuando entrevemos.
Ése fue el hallazgo de Parzival: Comprender el sentido de la muerte.

 

martes, 19 de febrero de 2013

Parzival




Lo que encontró Parzival fue la Belleza. El Grial es la Belleza.
La belleza es la vía de comunicación de la Divinidad. La vía de comunicación de la Luz.
La Luz encuentra en la belleza un vehículo para transmitirse.
A través de la belleza, la Luz entró en las entrañas de Parzival y le hizo ver. Una visión fugaz y, sin embargo, suficiente para aturdir; suficiente para quemar.
Parzival se encontró con la Luz que atraviesa, con la Luz que transfigura.


¿Qué vio, qué escuchó, qué sintió Parzival? Una saturación de belleza. Y algo más. A través de ella, algo más.
Vio algo que no pudo explicar. Se trata de una experiencia intransferible.
Por eso, hay que buscar por uno mismo.
La Belleza es uno de los lenguajes con los que el Dios del que fuimos desgajados consigue entrar en comunicación con estas partículas desprendidads del Núcleo Numinoso. Estas partículas que son nuestras almas. 

sábado, 16 de febrero de 2013

Parzival




Parzival busca.
Recorre el camino confiando en que se produzca el Encuentro.
Buscad y hallaréis.
Llegan mensajes. Tenues, fragmentarios, difíciles de interpretar. Por eso, hay que preguntar. Preguntad y se os responderá. Primero hay que encontrar la pregunta correcta. Después, hay que saber descifrar el mensaje, que llega encriptado.


A través de las sombras de este mundo terrible, en ocasiones la Luz logra filtrarse y alcanzarnos, ya muy amortiguada y sin embargo suficiente para taladrarnos. Suficiente, también, para consolarnos.
Suficiente para que compense lo largo y duro que ha sido el camino. Largo y solitario.
El camino es un proceso de desasimiento. Quedan atrás las pequeñas miserias de las que a lo largo de los años se carga la vida. Quedan atrás las preocupaciones por tantas cosas irrelevantes. Quedan atrás las palabras vacías y los esfuerzos vanos. El camino te va desvistiendo, te descontamina, te libera.
Pedid y se os dará. Se os dará ese destello de Luz que alumbre el sendero. Ese destello de Luz que nos envuelva como una capa mágica.
Envueltos en esa capa, podremos calentarnos cuando haga más frío, podremos atravesar las tierras más áridas, podremos soportar los golpes.

Y llega un momento en que la senda atraviesa el espejo. Entonces podremos llegar a la Puerta. A la única puerta que importa. Llamad y se os abrirá.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Parzival




Parzival recorre el mundo.
Un lugar alejado de Dios, un lugar de sufrimientos; materia perecedera.

Algún día, Dios lo redimirá: lo dotará de espíritu.
El hombre puede “conocer” porque obra en él el Espíritu.


Parzival, el hombre, busca la sabiduría y la verdad porque obra en él la fuerza de Dios. La fuerza de la Luz. La fuerza del Espíritu.

La fuerza de Dios, la fuerza de la Luz, aclara la mirada del hombre.

lunes, 11 de febrero de 2013

Parzival




El Amor (Minne) del que hablaron los cátaros es la Memoria. El Amor del que hablaron los cátaros es el Recuerdo.
Parzival partió en busca de su padre y su Dios, y encontró el conocimiento sobre ambos en la Minne: el Recuerdo.
Completamente confiados, hemos de internarnos en la oscuridad, sabiendo que la luz brillará en medio de las tinieblas y que la búsqueda de Dios nos hará atravesar mares y montañas.
Creemos caminar sin rumbo, pero tenemos un objetivo: El Grial.
No recorremos a ciegas el camino, la Luz nos guía.
Para ver, hace falta tanto el ojo como la Luz.
Cuando más profunda sea la oscuridad, cuando más débiles sean nuestros sentidos, desplegaremos las alas del alma. Y desaparecerá el vértigo. Y veremos.


La Minne (Amor) conforta, porque en el recuerdo de su origen el hombre Minnende (Amante) reconoce su destino.
Cuando el hombre recibe el “consuelo” de la Minne (consuelo que requiere, primero, la búsqueda, el error y la lucha), se ha puesto un nuevo “hábito”: ha conseguido ser un “hijo de Dios”.
De aquí en adelante, el buscador queda ligado al objeto de la búsqueda. Queda ligado a Dios.
La búsqueda le ha aclarado los ojos, le ha hecho penetrar en los secretos, le ha hecho entender los misterios, le ha hecho conocer la esencia de la vida, le ha hecho alcanzar el espíritu.
Para ingresar en esa caballería, hay que ser “puro”.
Ésa es la razón por la que sólo Parzival pudo ver el Grial.

domingo, 10 de febrero de 2013

Parzival




Parzival abandonó a su apenada madre y la reencontró después del largo trayecto en busca del Grial. El buscador del Grial tuvo que hacer el viaje de la madre humana a la madre divina.

Parzival completó el círculo; atravesó el bosque; fue más allá de la vida; logró ser rey.


Sus ojos miraron el cáliz de la luz, ante la cual el fulgor terrenal es nada.

El cáliz le fue mostrado por una reina. Por la Sabiduría, la madre celeste, la mujer que sostiene el receptáculo del conocimiento, la piedra filosofal.

martes, 5 de febrero de 2013

Parzival




Todo buscador es Parzival.
Todo buscador va en pos de la Luz. En pos del País del Grial.
El Grial, frente a cuya luz el esplendor terrenal es nada.
Quien vea el Grial, ya no necesita nada de este mundo.

El Grial fue dejado en la Tierra por mensajeros que volvieron a las estrellas, porque su Pureza los impulsó a retornar al hogar.
En un castillo de nombre Muntsalvatsche, desde entonces fue custodiado por guerreros en permanente estado de guardia y por un rey. Únicamente una doncella podía portarlo.

Un joven héroe parte a la búsqueda del Grial: Parzival.
Abandona a su madre, Herzeloyde, para consagrarse a la caballería.

En Wolfram von Eschenbach se encuentra la denominación de Muntsalvatsche.
Montsalvat, que significa Monte de Salvación.
Los demás poetas del Grial llamaron al castillo del Grial “Chastiax de Joie”, Castillo de la Alegría, “Chastiax des Ames”, Castillo de las Almas...

La montaña y el castillo del Grial son el Lugar de la Luz.
Para quien halle el Grial, ha llegado el momento de la Transfiguración.