miércoles, 29 de febrero de 2012

QUMRAN


Qumran (Hirbet Qumrān) es un torrente del mar Muerto, en Israel, en cuyas orillas radican las ruinas de un monasterio esenio.
En las grutas de los alrededores se descubrieron, entre 1946 y 1956, unos manuscritos escritos en hebreo y en arameo de gran importancia para la historia del judaísmo y de los orígenes del cristianismo.

Con anterioridad a estos hallazgos, Qumran era ya conocido por la literatura de la antigüedad.
El año 77 d. C., Plinio el Viejo publicó su Naturalis historia, en cuyo libro V describe el mar Muerto: «En la ribera occidental (del mar Muerto), al abrigo del influjo nocivo (del agua), viven los esenios, un grupo de solitarios que no tiene igual en el mundo, sin relaciones sexuales, sin dinero».
Cuando se publicó la obra, la información había quedado desfasada, pues la colonia fue destruida en el 68 d. C.

La fundación de la comunidad de Qumran se sitúa en unos años marcados por la reacción macabea contra la política de helenización del sirio Antíoco IV Epífanes.


El nombre esenios deriva del sirio-arameo “hasayya”: “los devotos”.
Se trata probablemente de un grupo de sacerdotes y laicos de estricta observancia, que, con la caída del sacerdocio sadoquita bajo Antíoco IV Epífanes, quedaron sin guía y se aliaron durante un tiempo a los macabeos.
Estos “devotos” fueron los antepasados de los esenios, que en la siguiente generación se reunieron en el desierto cerca de Qumran bajo la dirección de un hombre, cuyo nombre no aparece en los rollos de las cuevas, pero que como “Maestro de Justicia” desempeñó un papel decisivo de adalid de los esenios.
Era de ascendencia sacerdotal y bajo su dirección tuvo lugar la desvinculación de los “devotos” del culto en el templo de Jerusalén y su éxodo de Jerusalén a Qumran, conforme a las palabras de Isaías: «preparad en el desierto el camino del Señor».
Su adversario era el “Sacerdote de la Impiedad”, seguramente el sumo sacerdote entonces en funciones en el templo de Jerusalén: el macabeo Jonatán.
Si el Sacerdote de la Impiedad es Jonatán, entonces la aparición del Maestro de Justicia y consiguientemente la fundación de la comunidad esenia se sitúa por los años 150 a. C.


La secta esenia y el grupo de los hombres que moraban en Qumran no son lo mismo. Los esenios habitaban en las ciudades, en tanto que los hombres de Qumran vivían en el desierto, como núcleo radical, escindido de los primeros, separado de las “moradas de los hombres de la impiedad”.
Cuestiones como por ejemplo el celibato encuentran así su explicación, ya que, mientras que el reducido círculo de los esenios radicados en Qumran renunciaba a las relaciones sexuales, las confraternidades laicas que estaban dispersas por el país y habitaban en núcleos urbanos, sí celebraban matrimonios.
Los hombres de Qumran se dedicaban plenamente al estudio y a prepararse para la inminente guerra de las fuerzas de la luz contra las fuerzas de las tinieblas.


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 Los textos de Qumran prolongan el dualismo de la apocalíptica con la idea de un combate entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas.

Los esenios son los “perfectos del camino”, la “comunidad de los hombres de santidad perfecta”, los “hijos de la justicia”, los auténticos sacerdotes.
Los esenios se saben llamados a alcanzar el beneplácito divino, sin necesidad de la carne de las víctimas de los sacrificios. Porque la oración es el único verdadero culto a Dios, y la perfección de la vida es la auténtica oblación ofrecida voluntariamente.

Al ingresar en la comunidad el esenio se comprometía «a amar todo lo que Dios ha elegido y a odiar todo lo que Dios ha reprobado», es decir, «a amar a los hijos de la luz y a odiar a los hijos de las tinieblas».

El motivo del ministerio sacerdotal esenio se corresponde con el motivo del combate en la “guerra santa”.
Su renuncia al sexo tiene su fundamento en la aspiración a la pureza del sacerdote en servicio, la misma pureza que se exige a las tropas en la guerra santa.
En la lucha final, que se espera próxima, entre los poderes de la luz y de las tinieblas, los esenios se consideran como las huestes de Dios en pie de guerra, como instrumento de la divinidad, pronto a responder al llamamiento.
La vida de los creyentes es como una lucha con las armas de la luz contra los asaltos de los poderes de las sombras.


En la literatura de Qumran resuena constantemente la idea de no asociación entre los justos y los malvados; el conflicto entre la luz y las tinieblas.
Entre sus manuscritos se halla una “Regla de la guerra (milhama) de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas”.

Esta idea se construye sobre el fondo de un dualismo ajeno al judaísmo, que tiene sus raíces en concepciones iránicas.
Es básica en este planteamiento la doctrina de los dos espíritus, el “espíritu de la verdad” y el “espíritu de la mentira”, el “príncipe de la luz” y el “ángel de las tinieblas”. Dios y Belial/Satán.

A esta construcción dualista corresponde la expectativa escatológica de los esenios: Al final del mundo Dios aniquilará definitivamente a Belial.


Mientras, en el tiempo presente, tiempo de la lucha entre los dos espíritus, que se encamina a su cercano fin, inmediatamente antes del combate de cuarenta años de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas, Dios envió al Maestro de Justicia.

Éste interpretó nuevamente la Toráh y reunió en torno a sí a los hijos de la luz, que aguardan la revelación definitiva.

El título de Maestro de Justicia parece corresponder a una figura histórica. Tal vez un sumo sacerdote en tiempos de Jonatán Macabeo.
Los manuscritos lo presentan como el hombre designado por Dios para dirigir la comunidad de sus seguidores, esto es, la comunidad de Qumran, en los últimos días. El destinatario de una revelación y comprensión especial de las Escrituras, a quien Dios ha manifestado todos los misterios.
Existen varios textos que hacen referencia a su persecución y muerte.
Ligada a la figura del Maestro de Justicia se encuentra la del Sacerdote Impío, que pudo haber sido el citado Jonatán Macabeo, aunque su nombre no aparece en los textos.
Este Sacerdote Impío, también llamado Hombre de la Mentira, persiguió al Maestro de Justicia.

Algunos autores han efectuado una datación diferente de los textos de Qumran y han identificado al Maestro de Justicia y al Sacerdote de la Impiedad con Jesús y Pablo respectivamente, o con Juan el Bautista y Jesús de Nazaret.


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 Como preparación al “éschaton”, la comunidad esenia, en tanto que sacerdote en servicio, se esfuerza por alcanzar el más alto grado de pureza.
Para ello, los esenios tomaban diariamente baños de inmersión, lavatorios de purificación, que sustituyen a los sacrificios.

Después de prestar el servicio del día en el templo de Jerusalén, los sacerdotes se reunían en un recinto especial para una refección con piezas de los sacrificios. Esta refección, pero sin carnes sacrificiales, fue conservada también por los esenios. Un sacerdote presidía la comida en común y pronunciaba las bendiciones sobre el pan y el vino.


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 Los escritos de Qumran son de la mayor importancia para la comprensión de la obra de Juan Evangelista.
El dualismo entre verdad y mentira, luz y tinieblas, espíritu y carne, vida de arriba y vida de abajo, característico del cuarto Evangelio, se interpretaba en gran parte, antes de la aparición de la literatura de Qumran, en función de categorías gnósticas.
Los nuevos textos han demostrado que también en Palestina existía una visión dualista del mundo.
Hoy se puede decir que el dualismo del cuarto Evangelio tiene sus raíces en el dualismo que late también en la literatura de Qumran. Aunque, por lo demás, entre un texto y otros existen profundas diferencias.

 

miércoles, 22 de febrero de 2012

APOCALÍPTICA


Una posición cercana al dualismo es la de la apocalíptica judía extrabíblica, con la oposición de los dos eones o mundos, el presente y el futuro.
El mundo presente se halla sumido en las tinieblas y sometido a los poderes demoníacos.
El mundo futuro, el Reino de Dios, sustituirá a este mundo presente, que será aniquilado en la conflagración cósmica del “éschaton”.

Para el judaísmo bíblico es desconocido ese concepto del “éschaton” como pasaje de este mundo, terreno y material, a otro mundo, supraterreno y espiritual.


La literatura apocalíptica es un conjunto de escritos de revelación (en griego: “apokálypsis”) sobre realidades trascendentes, sobre secretos, sobre verdades ocultas: Dios, el origen del cosmos, la historia del hombre.
Los autores de tales textos, poseedores de un conocimiento esotérico, interpretan los enigmas del pasado, del presente y del futuro.

El simbolismo pertenece a la esencia de la expresión literaria semita. Los profetas lo habían empleado abundantemente, pero para los autores de escritos apocalípticos el símbolo se convierte en necesidad. Al tener que hablar de cosas pertenecientes a la órbita de lo misterioso, de lo no conocido experimentalmente, nada como el lenguaje simbólico como medio de expresión.


Es común a casi toda la apocalíptica el hábito, llamado pseudonimia, de atribuir la paternidad del escrito a un personaje ilustre del pasado (Henoc, Noé, Abraham, Salomón, Moisés, Elías, Isaías, Daniel, Baruc, Esdras, etc.), reconocido unánimemente como una autoridad profética o sapiencial.
Los escritores apocalípticos necesitaban que se valorase positivamente su mensaje, que era un mensaje de esperanza. Pero, conscientes de que sus nombres no tenían mucho prestigio y de que, consecuentemente, sus escritos causarían poco impacto, presentaron sus reflexiones como revelaciones recibidas en el pasado por figuras célebres del pueblo de Israel. Personajes que habían podido conocer los secretos celestiales porque habían sido los amigos de Dios y los portadores de su espíritu.


La apocalíptica surge en la historia judía como una necesidad vital para superar la crisis de desesperanza por la que pasó la sociedad israelita posterior al destierro babilónico.
Con los profetas, las esperanzas de alcanzar un futuro glorioso y feliz, aunque se habían ido desplazando hasta situarse en el final de los tiempos, se mantenían dentro del plano de la historia terrena.
La aportación de la apocalíptica consistirá en desgajarlas del plano terrestre y situarlas en un ámbito transcendente, más allá de este mundo.
Su mensaje consiguió reavivar la debilitada esperanza israelita.


Tres momentos históricos pueden establecerse como determinantes en la configuración de esta literatura:
La persecución de Antíoco IV Epífanes (años 168-165 a. C.)
La conquista de Jerusalén y el asalto al templo por las tropas de Pompeyo (año 63 a. C.)
Y, por fin, el aniquilamiento del pueblo, llevado a cabo por Vespasiano y Tito (años 66-70 d. C).

La tradición apocalíptica israelita tuvo contactos no sólo con la sabiduría de Israel sino también con los círculos sapienciales del Oriente Medio.


Es una revelación centrada en el porvenir.
El eje de sus consideraciones es el futuro, y en función de ese futuro se describe e interpreta el presente y el pasado.
El mensaje básico es la fe inquebrantable en la liberación que llegará en un mundo nuevo.
Un mundo donde los buenos judíos verán cumplidas sus esperanzas y donde los impíos serán condenados.
En este sentido uno de los elementos principales de la narración apocalíptica lo constituye la figura del elegido de Dios: el Mesías.


Late en la apocalíptica un fuerte dualismo entre el cielo y la tierra, la lucha escatológica entre el ejército de Dios y las fuerzas del Mal, entre ángeles y demonios, en connivencia con los hombres buenos y malos.
Esta lucha, en la que se van alternando victorias y derrotas parciales, culminará con una intervención masiva de Dios y el triunfo final de las fuerzas del Bien, la perdición de los enemigos en el fuego eterno, y la renovación del universo.
El Mesías es el representante divino que vendrá a realizar esta obra, a celebrar una verdadera batalla cósmica.


Las líneas temáticas fundamentales de la apocalíptica son:
- La creencia en la vida ultraterrena, bien a través de la resurrección o de la inmortalidad del alma, y en la salvación paradisíaca que acontecerá tras la catástrofe cósmica final.
- El convencimiento de que el mal tiene su origen en una esfera superior al hombre.
- La afirmación de la existencia de ángeles y demonios que influyen y participan en la evolución de nuestro mundo.


El dualismo de la apocalíptica nunca llega a ser un dualismo absoluto, porque, si bien el Mal ha logrado una posición dominante en esta era, Dios sigue encontrándose en un nivel superior.

Pero donde la tensión dualista llega a su máxima expresión es en Baruc y Esdras, en cuyos textos se advierte un pesimismo creciente y una fuerte tendencia a considerar la historia de esta era en términos totalmente negativos.


En el Cuarto Libro de Esdras, éste expone a Dios su angustia y estupor ante el modo divino de proceder respecto de Israel y del mundo en general. Queda de manifiesto la incapacidad del hombre para entender ciertas cosas, pero se le garantiza a Esdras que al final se desvelará el misterio.

En el Baruc Siriaco también el tema fundamental es la pregunta por la desconcertante actuación de Dios respecto del mundo: por qué permite el éxito de los malvados mientras el justo es marginado y humillado. Habrá un final en el que se superarán las contradiciones de esta vida, es la respuesta de Dios.

El Apocalipsis de Abraham parece haber surgido en círculos esenios no mucho antes de la caída de Jerusalén (70 d. C.) Su contexto es el mismo que el de los libros de Esdras y de Baruc. Elevado al séptimo cielo, Abraham contempla el trono de Dios y el decurso de la historia. Al final, sonará la trompeta y el elegido de Dios - el Mesías - reunirá a su pueblo y condenará a sus enemigos al fuego.

Una de las constantes de la corriente apocalíptica es la figura del elegido de Dios para conducir la historia a un final donde se reivindique la causa de Dios.


Junto a su carácter religioso, el mesianismo apocalíptico presenta también una intensa connotación político-nacionalista.
Sin embargo, en su mayoría los Apocalipsis ignoran o rechazan la acción militar como medio para resolver conflictos. Ejemplos de ello se encuentran en el Libro de Daniel, que, conociendo las revueltas macabeas, les concede muy poca importancia, y en el Libro de los Sueños, donde se hacen referencias muy duras hacia las acciones de los macabeos.


La finalidad de los Apocalipsis no es animar a la lucha o la resistencia activa, sino más bien concienciar sobre el advenimiento del final de la situación de sufrimiento y opresión, para que se mantenga la esperanza.
Así, mientras en la primera guerra judía los zelotes hicieron frente al ejército romano, los hombres de Qumran no presentaron ningún tipo de oposición al poder de Roma.


Jesús fue contemporáneo de algunos de los momentos de máxima expresión de estas corrientes político-religiosas. Aunque marcó distancias respecto de sus representantes más significados - zelotes y esenios -, seguramente participaba de algunas de las convicciones de ambos movimientos.

martes, 21 de febrero de 2012

BOGOMILISMO


El bogomilismo surgió hacia el siglo IX en la Europa oriental, en la región de Tracia (actual Bulgaria y norte de Grecia). La llamada Iglesia Griega tiene su origen en Bulgaria, pero se extendió por Bizancio y, sobre todo, la actual Bosnia.

El estado búlgaro, constituido por una nobleza procedente de una tribu turco-tártara que dominaba de manera brutal a un campesinado eslavo, representaba una amenaza para el Imperio Bizantino en su flanco occidental.
En el 864, presionado por el ejército imperial, el soberano búlgaro es bautizado por los ortodoxos griegos. A partir de ese momento la Iglesia ortodoxa emprende la labor misionera en Bulgaria, frente a las prácticas animistas extendidas en el territorio.
Pero la evangelización ortodoxa de Bulgaria siempre fue precaria, de manera que la zona resultaba terreno propicio para la expansión de otras creencias.


La palabra “bogomilo”, de origen eslavo, quiere decir “amado de Dios”: “bog” significa “dios” y “mil, milo”, significa “querido”.
Hay quien hace derivar el término del nombre de su principal patriarca, que se hacía llamar Bogomil, pero en cualquier caso la etimología no variaría, pues Bogomil es equivalente al nombre griego Teófilo, “amigo de Dios”.

Ese monje, sacerdote o pope búlgaro, apodado a sí mismo Bogomil o Bogomilo, misterioso personaje del que nada se sabe a ciencia cierta, aunó las distintas creencias dualistas arraigadas en la región, dando origen al bogomilismo, la temible “herejía búlgara”.


En una tierra cuya población se hallaba esclavizada, el bogomilismo obtuvo un rápido éxito.

En sus comienzos, el movimiento bogomilita predicó contra las clases gobernantes y adineradas de Bulgaria, lo que le atrajo la simpatía inmediata de las clases oprimidas. La nueva doctrina pronto pronto se extendió y consiguió adeptos.
Los señores feudales, el rey y la iglesia oficial, fueron considerados por el bogomilismo como obra de Satanael, provocando una reacción social sin precedentes en la Edad Media.
Los predicadores bogomilos incitaban a los siervos a dejar de trabajar para sus señores. Lideraron un sinfín de revueltas contra las autoridades y el orden establecido, al que consideraban obra demoníaca.
Así pues, las persecuciones que sufrió la “herejía búlgara” tuvieron más razones políticas que religiosas.


El bogomilismo se difundió por Asia Menor, por los Balcanes y hasta los confines de Bizancio.
En la propia capital del Imperio bizantino, Constantinopla, hubo bogomilos que llegaron a sublevarse contra el clero ortodoxo. Muchos de ellos fueron quemados vivos, entre ellos su jefe, Basilio.

El bogomilismo fue duramente perseguido por los soberanos búlgaros y por los emperadores bizantinos, porque los bogomilos señalaban al Papado y al Imperio como los principales pilares del orden opresivo impuesto por el demonio, y ponían en marcha la rebelión.


En Tracia los bogomilos fueron prácticamente exterminados.
Los sobrevivientes se refugiaron en el territorio de la actual Bosnia, en la frontera entre las zonas de influjo de la Iglesia Católica Romana (croatas católicos) al oeste y de la Iglesia Ortodoxa Griega (serbios ortodoxos) al este.
Allí, el poder de los “herejes búlgaros” fue tal que llegaron a constituir un estado, con el bogomilismo como religión oficial.
Pero en 1203 su soberano sólo conseguía conservar el poder a cambio de abandonar la doctrina bogomila por la católica, aceptando la tutela húngara.

Los bogomilos se dispersaron entonces por la Europa central y occidental, donde sufrieron la represión de las autoridades católicas.
Algunos se adhirieron al movimiento husita.


Durante siglos, comunidades y ciudades enteras se declararon abiertamente bogomilas, hasta que las persecuciones de ortodoxos, católicos y musulmanes les obligaron a “convertirse” y guardar las apariencias.
Muchos bogomilos acabaron acercándose a las religiones de los pueblos dominadores del momento, la católica, la ortodoxa o la musulmana, pero conservando sus creencias dualistas. Incluso hubo bogomilos infiltrados entre los monjes ortodoxos de los monasterios del monte Athos.
Cuando en el siglo XV se produjo la invasión otomana de la península de los Balcanes, gran parte de los bogomilos se alió con los turcos contra los cristianos.
A partir de entonces, la mayoría de los bogomilos se convirtió al Islam sunnita.

En Albania en la actualidad muchas poblaciones que se dicen musulmanas en realidad profesan una mezcla de Islam y dualismo que delata su origen bogomilo.


La herejía bogomila tuvo una larga historia, llegando restos de la misma hasta el siglo XVII.
Las revueltas iniciales habían estado caracterizadas por el uso de una extrema violencia, motivo por el cual fueron muy temidos por sus contemporáneos. Sin embargo, con el tiempo los bogomilos adoptaran un perfil mas religioso.


Se conocieron dos ramas principales: una, la más estricta, recibió el nombre de “albanesa” por el hecho de que gran parte de sus integrantes se retiraba a vivir en las zonas montañosas de esa zona; la rama menos estricta se ha conocido con el nombre de “garatense”, tomado del nombre de su fundador, Garatus.


Hoy aún, en tierras búlgaras se conserva un abundante folklore de cuentos y leyendas cuyos protagonistas son Dios y el Diablo, empeñados en una lucha cósmica.
Se trata de historias impregnadas de dualismo, de relatos que recogen la corriente de pensamiento que afirma la existencia en el Universo de dos fuerzas antagónicas en lucha perpetua.
Tras una aparente confesionalidad ortodoxa, católica, protestante o musulmana, muchos búlgaros guardan lo esencial de las enseñanzas bogomilas.


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La cosmogonía bogomila sostenía la concepción dualista maniquea del origen del mundo.
Un Universo concebido como un campo de batalla entre dos principios irreconciliables: Luz y Oscuridad.
Y en el que el mundo actual es un producto del mal.


El hijo primogénito de Dios, Satanael, se rebeló contra su padre.
En consecuencia, fue despojado de su carácter celeste y arrojado del Paraíso.
Satanael perdió la partícula divina “el” y pasó a llamarse llamarse Satán.
Decidió entonces, secundado por miríadas de ángeles rebeldes, crear su propio reino.
La creación narrada en el Génesis sería obra suya.
Para mantener al hombre bajo su imperio, Satanael dio las tablas de la ley a Moisés. Con la misma misión envió a Elías. Así se ha perpetuado el orden civil y religioso que ha tenido al hombre sometido al poder de los demonios.
El mismo diablo que había creado el mundo ha inspirado también el orden social imperante.
Dios Padre se apiadó de la humanidad y envió a uno de sus ángeles, María, para que recibiera a su otro hijo, Jesús, quien se revistió con una forma humana pero inmaterial. (doctrina ésta conocida como “fantasianismo”, defendida por muchos gnósticos).
Satanael consiguió que Jesús fuera crucificado, pero éste sólo murió en apariencia.
Llegará un día en que el mundo que Satanael creó será consumido por las llamas hasta desaparecer.
Mientras, las almas humanas pasan por sucesivas reencarnaciones hasta su purificación.


Los bogomilos rechazaban el Antiguo Testamento, identificando al Dios de éste con el demonio, una especie de Dios cruel.
Los milagros realizados por Jesús eran interpretados en un sentido espiritual o alegórico, no como hechos materiales reales.
No aceptaban la veneración de la cruz y el culto a las reliquias les parecía absurdo. Pensaban que en los cementerios moraban los demonios. Negaban la resurrección de los cuerpos.
Consideraban que la procreación perpetuaba el imperio de la materia, que era obra del dios malo o Satán.


Quienes profesaban este credo se llamaban a sí mismos “verdaderos cristianos”.
Los bogomilos disponían de su propio clero, y sus comunidades estaban constituidas por dos grupos:
Los “perfectos”, hombres y mujeres iluminados o iniciados en los misterios (en el verdadero conocimiento, de carácter arcano). Vestidos con hábitos negros, encapuchados, célibes y dedicados a una vida ascética de oración y contemplación, los “elegidos” despreciaban todo lo relacionado con el cuerpo, creación satánica, y rechazaban en su alimentación todo cuanto proviene del coito (huevos, leche, queso y carne – se creía entonces que los peces no se reproducían sino que los generaba el agua –). La opción por la dieta vegetariana no se debía, pues, al contrario de lo que se ha afirmado con frecuencia, al respeto por cualquier forma de vida, sino al rechazo al coito y sus consecuencias.
Llegó a decirse que algunos recurrían al suicidio para liberarse del cuerpo y ganar el Cielo.
Junto a ellos estaban los meros creyentes, que vivían en una comunidad de bienes, con todo puesto en común.


El bogomilismo asumió tanto el dualismo como el rigorismo propio de las sectas gnóstico-cristianas de los primeros siglos (Marción, Tertuliano, Valentín, los ofitas, los barbelo-gnósticos, etc.)


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Y esa amalgama de ideas dualistas y gnósticas ejerció gran fascinación fuera de Bulgaria.

Los misioneros bogomilos llevaron su doctrina a Occidente.


Encontraron seguidores en Alemania, donde fueron conocidos como “ketzers”, “herejes”.

En Italia hallaron terreno abonado, ya que en el siglo VIII se habían asentado en Sicilia armenios paulicianos deportados y pocos años después la comunidad pauliciana en Italia había alcanzado grandes proporciones, conociéndoseles allí como patarinos.

En 1023 el rey de Francia, Roberto el Piadoso, a petición de la Iglesia, hizo quemar en la hoguera de Orléans a una decena de herejes “maniqueos”, que podían ser un grupo de bogomilos o quizá una primera presencia de cátaros.

Los bogomilos se expandieron por el sur de Francia, Occitania, el Languedoc, y por el noreste de España, donde la población e incluso grandes señores y cierta parte del clero adoptaron la doctrina del dualismo radical.
Estos herejes fueron denominados al principio patarinos, búlgaros, maniqueos o publicanos, pero pronto empezaron a ser llamados cátaros, “los puros”.

A partir de este momento el nombre de “bogomilo” cayó en desuso, pero sus enseñanzas, más o menos transformadas, se mantuvieron vivas, y reaparecieron continuamente como una corriente oculta en la historia de Europa.


El bogomilismo fue directo antecedente del catarismo, como lo prueban las actas del Concilio Cátaro de San Félix de Caraman, celebrado bajo la dirección del patriarca bogomilo Nicetas.