martes, 3 de julio de 2012

Textos cátaros: El Libro de los Dos Principios. 1. Tratado del Libre Arbitrio (I)



Los dos principios.

O bien sólo hay un principio principal o hay más de uno.
Si no hay más que uno, es necesario que sea bueno o malo.
Como dijo Cristo en el Evangelio de San Mateo:
"Un buen árbol no puede dar mal fruto, ni un mal árbol darlo bueno". (Mt., VII, 17-18).
Y Santiago en su epístola:
"¿Una fuente, arroja por un mismo orificio agua dulce y agua amarga? ¿Una higuera puede dar uvas? Así, ninguna fuente de agua salada puede dar agua dulce". (Snt., III, 11-12).

De la bondad de Dios.

Dios es bueno, santo, sabio y justo. Bondad pura.

De la omnisciencia de Dios.

Afirman nuestros contrarios que el Señor, a causa de su sabiduría, conoce todas las cosas de toda la eternidad; que el pasado el presente y el futuro están siempre bajo sus ojos, y que sabe por sí mismo todas las cosas antes de que pasen.
Como dice Susana, en el libro de Daniel: "Dios eterno, que penetra en lo que está más escondido y que conoce todas las cosas, incluso antes de que estén hechas" (Da., XIII, 42).
Y Jesús, hijo de Sirac, dice también: "Puesto que el Señor, nuestro Dios, conocía todas las cosas del mundo antes que las hubiera creado, y las ve también ahora que las ha hecho" (Ec., XXIII, 29).
Y el apóstol dice a los Hebreos: "Ninguna criatura le es desconocida: todo está al desnudo y al descubierto delante de sus ojos" (Heb., IV, 13).

De la omnipotencia de Dios.

Afirman nuestros contrarios que el Señor es todopoderoso, y hace todo lo que quiere. Nadie puede oponerse a él.
El Esclesiástico lo afirma: "Porque él hará todo lo que quiera. Su palabra está llena de poder y nadie puede decirle: "¿Por qué obras así?" (Ec., VII, 3-4).
David también lo dice: "Nuestro Dios está en el cielo; y todo lo que ha querido lo ha hecho" (Sal., CXIII, 2-3).
Y está escrito en el Apocalipsis: "Yo soy, dice el Señor Dios, ése que es, que era y que será, el Todo Poderoso" (Apoc., I, 8).


Primera oposición a nuestros contrarios.

Afirman nuestros contrarios que Dios lo puede todo y que sabe todas las cosas antes de que hayan tenido lugar.
Ha creado a sus ángeles como lo ha decidido, sin encontrar ningún obstáculo.
Conocía el destino de todos sus ángeles incluso antes de que ellos existieran.
La conversión de algunos de ellos en demonios estaba, ya desde antes de su creación, bajo la mirada y en el conocimiento de Dios.
Esos ángeles, pues, jamás han podido seguir siendo buenos, puesto que nadie, en presencia de este Dios que conoce todos los futuros, puede hacer nada más que lo que ha previsto que haga, desde el comienzo, Aquél en cuyas manos están necesariamente todas las cosas desde la eternidad.

De la imposibilidad.

Dios conoce todo, desde toda la eternidad.
Dios conoce desde el principio aquello que ha de llegar, es decir: las causas por las cuales el futuro es "posible" antes de existir.
Ha sido por tanto necesario que el porvenir fuera determinado en su pensamiento, puesto que conocía, desde la eternidad, todas las causas que son precisas para llevar el futuro a su efecto.
Si es cierto que no hay más que un principio, Dios es la causa suprema de todas las causas.
Y con mayor razón aún si es cierto que Dios hace lo que quiere y su poder no es obstaculizado por ningún otro.
Si Dios ha sabido desde el origen que sus ángeles llegarían a ser demonios en el futuro, en razón de la organización que él mismo les había dado en el principio, y porque todas las causas por las cuales era preciso que estos ángeles se transformasen en demonios estaban presentes en su providencia; si es cierto, por otra parte, que Dios no ha querido crearlos de otra manera que como los ha creado, resulta necesariamente que no han podido jamás evitar el llegar a ser demonios.
Y lo podían aún menos puesto que es imposible que lo que Dios sabe que será el futuro, pueda de alguna manera ser cambiado.
¿Como entonces se puede afirmar que los antedichos ángeles hubieran podido permanecer siempre buenos?
Dios desde el origen, a sabiendas y con todo conocimiento, ha creado a sus ángeles de una imperfección tal que no pudieron evitar el Mal.
Pero entonces este Dios de quien hemos dicho que era bueno, santo y justo y superior a toda alabanza, sería la causa suprema y el principio de todo mal.
Como esto no es posible, en consecuencia hay que reconocer la existencia de dos Principios: El del Bien y el del Mal, este último siendo la fuente y la causa de la imperfección de los ángeles como, por otra parte, de todo el mal.


Objeción a nuestros argumentos.

Se nos objetará que la sabiduría o la providencia que pertenecen a Dios en el principio no ha conllevado en sus criaturas ninguna determinación que las llevara a hacer el bien o a hacer el mal necesariamente:
Aun cuando haya conocido y previsto desde la eternidad el destino de sus ángeles, no es su sabiduría ni su providencia lo que les ha hecho llegar a ser unos demonios.
Es por su propio albedrío y por su maldad por lo que han rechazado permanecer santos.


Refutación de este argumento.

Si Dios ha sido la única causa de la existencia de todos sus ángeles, éstos tuvieron, entonces, desde el origen, la naturaleza y las inclinaciones que Dios les había dado: las tenían de Él solo, tal como Él había querido dárselas. Lo que ellos eran lo eran por Él, en toda su constitución. No poseían nada que hubieran recibido de otro que no fuera Él. Y Dios nunca había querido, en el origen, hacerlos de otra manera.
Que si Él hubiera querido crearlos de otra manera lo habría podido hacer sin la menor dificultad (si creemos a nuestros adversarios), dando a esta creación otro efecto.
Luego entonces parece evidente que Dios no ha querido, al comienzo, tener cuidado del perfeccionamiento de sus ángeles. En cambio, y con todo conocimiento, les ha asignado todas las causas por las cuales era necesario que llegasen a ser más tarde demonios.

Por esto no es cierto decir que la sabiduría y la providencia de Dios no han actuado -para llevar a los ángeles a transformarse en demonios- más que la "previsión" del hombre que desde su ventana sobre el camino ve la dirección que toma aquél que está en la calle, por la razón esencial de que el hombre que está en la calle no procede de aquél que está en la ventana ni ha recibido de éste su ser y su poder. Si le vinieran de él sus fuerzas, y absolutamente todas las causas que le determinan a recorrer necesariamente ese camino -como los ángeles, según la fe de nuestros contradictores, tienen las suyas de su Creador- no sería cierto decir que la previsión del "hombre de la ventana" no es lo que hace caminar al "hombre de la calle", como los ángeles no actúan más que por Dios.

Y así, razonablemente, nadie podría acusar a estos ángeles de pecado, puesto que no han podido hacer de otra manera que como han hecho, a causa de las disposiciones de su Señor.
A causa de la naturaleza que han recibido de su creador, los ángeles no habrían podido evitar caer en el mal, a causa de las disposiciones que desde el origen les habría dado Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario