martes, 16 de diciembre de 2014

El Bien y el Mal




Pitágoras enseñaba que el alma era inmortal, que se encontraba desterrada en la carne y que se veía obligada a transmigrar de cuerpo en cuerpo, hasta alcanzar su definitiva redivinización.

En numerosas tradiciones gnósticas se habla de un santuario para entrar en el cual hay que purificarse, despojarse de las vestiduras terrenales, los vestidos corporales de “sangre y carne”, y cubrirse con otras vestimentas de luz y gloria.
Sólo entonces se puede subir las escaleras, atravesar la puerta resplandeciente y contemplar la magnificencia del paraíso.

Ese lugar es el palacio celestial del Rey Sacerdote. Es el símbolo de lo sagrado. Y en él se halla el Grial.

El Grial es el reino de los espíritus bienaventurados que han dado la espalda al mundo.

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