lunes, 19 de marzo de 2012

MARCIONISMO


Marción fue un comerciante de origen oriental, nacido hacia el año 100 en la ciudad de Sínope, en el Ponto (mar Negro).


Hacia el 140, convertido al cristianismo, se trasladó a Roma, donde vendió sus barcos y entregó a la Iglesia gran parte del dinero conseguido.
Marción se encontró en Roma con un maestro gnóstico llamado Kerdón, y de él recibió algunas enseñanzas.
Hacia el 144, Marción ya había desarrollado su propia concepción del cristianismo.
La expuso en público y no obtuvo gran aceptación. La comunidad de Roma lo excomulgó y le devolvió sus donaciones.


Entonces, con la ayuda de ese dinero, Marción fundó su propia Iglesia, la marcionita, que pronto fue una competencia real para el grupo mayoritario y que se extendió por diversas provincias del Imperio.


***


El comienzo del sistema religioso de Marción es una angustiosa visión de la maldad del mundo, lo que le lleva a preguntarse por el origen del mal.


El convencimiento de que la divinidad ha de ser esencialmente buena lo condujo a deducir que el origen del mal estaba no en un Dios supremo, sino en el Poder creador de este mundo tan perverso, quienquiera que fuese.


La respuesta a quién había sido ese creador la encontró Marción en la Biblia hebrea:
Yahvé, el dios del Antiguo Testamento, a quien se podría denominar también Demiurgo, utilizando la terminología platónica para el hacedor de este mundo material.
Yahvé es un ser malvado.
Marción confirmó esta idea contrastando la imagen que el Antiguo Testamento ofrece de su dios (un ser iracundo, celoso, vengativo, cruel, castigador, despiadado) con el Dios bondadoso que había predicado Jesús.


Marción estableció así que hay dos dioses, dos principios: un Dios trascendente, superior, extraño a este universo, que no es creación suya, un Dios bueno; y otro dios, perverso, creador de este mundo.
Estos dos Poderes habrían existido desde siempre.
La creación del universo y del hombre en cuanto ser material, carnal, es obra de Yahvé, como dice la Biblia.
Tanto el cosmos como el ser humano son tan imperfectos como su creador.


Pero el otro Poder, el Dios bueno y extraño al mundo, no podía contemplar impasible lo que ocurría, sentía pena por el hombre.
Movido por esa compasión, y de una manera gratuita, por bondad pura, ese Dios supremo envía a un Salvador.
Jesús es el Revelador del Dios bueno.


En las doctrinas gnósticas el Dios trascendente desea salvar al hombre porque el espíritu humano es una parte de la sustancia divina.


En Marción no es así.
El Dios bueno salva por pura gracia y bondad a un ser humano que en el fondo, como toda la creación de Yahvé, le es ajeno.


El Salvador es el Hijo del Dios bueno, el Cristo, que se entregará por los hombres para ser víctima de la ira y crueldad del dios creador que lo llevará a la cruz.
En realidad no hay diferencia entre el Padre y el Hijo; ambos son un Dios único.
El Hijo de Dios no es más que un modo (modalismo) de comunicación de Dios hacia fuera de sí mismo; es una revelación de sí mismo; la proyección de la divinidad al exterior.


Marción sostuvo que Cristo no nació de María sino que apareció ya adulto en Cafarnaún.
Su cuerpo fue sólo apariencial (docetismo): Es imposible que el Dios supremo haya asumido la materia, pues ésta le es absolutamente extraña, como propia del Demiurgo que es.


La salvación que trae este Redentor consiste, por un lado, en sufrir voluntariamente la muerte a manos de los esbirros del dios creador, su enemigo, pues esta muerte es un auténtico “rescate” de la humanidad de manos de ese creador.
En el sistema de Marción no se explica bien cómo es posible que un Redentor que tiene sólo un cuerpo aparente pueda sufrir verdadera muerte y que este acto tenga valor de “rescate” de los humanos. Pero Marción lo afirma.


Por otro lado, la salvación del Redentor consiste en revelar a los hombres la existencia de ese Dios supremo, a la vez que la maldad del otro principio, el creador, Yahvé, la inanidad de su Ley, el verdadero sentido del pecado - que es someterse a ese creador malo e intentar agradarle procurando cumplir su Ley - y la necesidad de esperar la muerte con tranquilidad para que el espíritu del hombre pueda ascender hacia el Dios bueno.


Se salvarán las almas solamente, no los cuerpos.
La felicidad de los salvados consistirá en disfrutar para siempre de la presencia del Dios verdadero.


Así, en la doctrina de Marción se prefigura la concepción gnóstica:
La existencia de dos Poderes - el Dios Trascendente, extraño al mundo, y el Demiurgo, creador del universo -, y el envío a la tierra de un Redentor.


La vida en la tierra de los que reciban esa revelación del Dios bondadoso ha de consistir en una creciente renuncia a las servidumbres de la materia, lo que incluye dejar de engendrar nuevos seres.


Marción fue el primero en elaborar una lista de escritos sagrados cristianos: las Sagradas Escrituras marcionitas. Aún no había un canon de libros sagrados cristianos proclamado oficialmente. Confeccionar esa lista fue ocurrencia primera de Marción, para dar consistencia a su Iglesia.


Su Biblia era breve: Eliminó todo el Antiguo Testamento, y estableció como corpus cristiano el Evangelio de Lucas y las Epístolas de Pablo, expurgando de ellos algunos pasajes que, según él, habían sido interpolados o manipulados por los copistas, porque en ellos se hablaba bien del dios del Antiguo Testamento.


***


Los marcionitas fueron el único grupo cristiano del siglo II que formó una Iglesia propia, que duró siglos.


A pesar de que predicaba una ascesis absoluta, la iglesia marcionita se expandió rápidamente, gracias a la labor de los discípulos de su fundador, entre los que destacó Apeles.


Para frenar esa expansión, la Iglesia mayoriataria elaboró a su vez una lista de Escrituras Sagradas sobre las que basar la doctrina.
En el siglo VI los marcionitas desaparecieron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario