sábado, 11 de agosto de 2012

Textos cátaros: El Libro de los Dos Principios. 3. Signos universales



Donde se niega que por "todo" y por los otros términos "universales" haya que entender a la vez, los bienes y los males.


Los signos universales del Bien

En la primera epístola a Timoteo el apóstol nos dice: "Porque todo lo que Dios ha creado es bueno" (1 Ti., IV, 4).
El Eclesiastés dice igualmente: "Todo lo que Dios ha hecho es bueno" (Ec., III, 11).
Está escrito en el libro de la Sabiduría: "¡Cuán amables son sus obras!"
Y en los Salmos de David: "Qué grandes y excelentes son tus obras, Señor" (Sal., CIII, 24).
El apóstol dice a los romanos: "Todas las cosas son puras" (Ro., XIV, 2), y: "Todo es puro para aquellos que son puros" (Ti., I, 15).

Los signos universales precitados sólo se aplican a lo que es bueno, muy puro y que debe durar hasta el fin de los siglos. Es del todo imposible que se pueda designar con estos "universales" a los bienes y los males a la vez, y a las cosas transitorias y las permanentes.


Los signos universales del Mal

Se lee en el Eclesiastés: "Vanidad de vanidades y todo vanidad" (Ec., I, 2); y en otro sitio: "He visto todo lo que se hace bajo el sol y he hallado que todo era vanidad y aflicción de espíritu" (Ec., I, 14); y también: "Todas las cosas tienen su tiempo, y todo pasa bajo el cielo luego del término que le ha sido prescrito. Hay tiempo de nacer, hay tiempo de morir" (Ec., III, 1-2); y esto además: "Todo es vanidad y todo tiende a un mismo lugar. Han sido todos ellos sacados de la tierra, y tornarán todos a la tierra" (Ec., III, 19-20); y, por último: "Es por lo que la vida se me ha vuelto aburrida, considerando que toda clase de males existen bajo el sol, y que todo es vanidad y aflicción de espíritu" (Ec., II, 17).
El apóstol dice a los Colosenses: "Si muriendo con Jesucristo estáis muertos a estas groseras instrucciones dadas al mundo, ¿cómo os dejáis imponeros leyes como si vivierais en este primer estado del mundo? No comas tal cosa, no pruebes esto, no toques aquello. No obstante son cosas que se consumen todas por el uso." (Col., II, 20-22).
El mismo apóstol dice a los Filipenses: "Todas estas cosas que yo consideraba ventajosas, las he mirado como una pura pérdida a causa de Jesucristo. Digo más: todo me parece una pérdida cuando lo comparo con el bien tan excelente del conocimiento de Jesucristo, mi Señor, por el amor a quien he tenido a bien perder todas las cosas, mirándolas como a basura, a fin de ganar a Jesucristo." (Flp., III, 4-8).
En el evangelio de San Mateo, Cristo dice al escriba: "Si quieres ser perfecto ve a vender todo lo que tienes" (Mt., XIX, 21); lo que significa: abandona todo lo que tienes carnalmente, según la ley. De ahí el fragmento siguiente: "Entonces Pedro, tomando la palabra dijo: Tú ves que nosotros hemos dejado todo y que te hemos seguido" (Mt., XIX, 27).
Y San Juan, en la primera epístola: "No améis ni el mundo, ni lo que está en el mundo; si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Ya que todo lo que está en el mundo es, o concupiscencia de la carne, o concupiscencia de los ojos, u orgullo de la vida; lo que no viene de ninguna manera del Padre sino del mundo" (1 Jn, II, 15-16).

Estos términos responden a todo aquello que está por reconciliar con Dios, por restaurar, por concluir, por vivificar mediante la acción del Señor verdadero Dios y de su Hijo Jesucristo.

Se debe ver claramente que estos términos universales que designan las cosas malas, vanas, transitorias no son del mismo género que los otros términos universales correspondientes a las cosas buenas, puras, deseables y que durarán hasta el final de los siglos.

Unas y otras no participan de la misma esencia, y no pueden de ninguna manera entrar en una misma universalidad -puesto que se destruyen mutuamente y se combaten- ni proceder de una misma causa.

El profeta Daniel dice a propósito de Nabucodonosor, rey de Babilonia: "Y, después de su reinado, cuando las iniquidades se hayan acrecentado, se elevará un rey que tendrá la impudicia en la frente, que entenderá las parábolas y los enigmas. Su poder se establecerá, y hará un extraño estrago, y triunfará en todo aquello que haya emprendido. Hará morir tal como le plazca a los más fuertes del pueblo de los santos. Llevará con éxito todos sus artificios y todos sus engaños; su corazón se envanecerá cada vez más y, viéndose colmado con toda clase de prosperidades, hará morir a muchos. Se levantará contra el príncipe de los príncipes" (Da., VIII, 23-25).
Job se expresa así: "Las casas de los ladrones públicos están en la abundancia, y se elevan audazmente contra Dios" (Job XII, 6).


Que la totalidad de los bienes y la totalidad de los males no proceden de una sola y misma causa

Luego entonces es evidente que los términos universales: Omnia (toda cosa), Universa (el conjunto de las cosas), Cuncta (todas las cosas juntas), y los otros términos del mismo género que se encuentran en las Escrituras santas, no incluyen a la vez el bien y el mal, la pureza y la impudicia, lo transitorio y lo permanente; por la razón esencial de que bien y mal son absolutamente opuestos y contrarios, y no pueden provenir de una misma causa.

En efecto, Jesús, hijo de Syrac, dice: "El bien es contrario al mal, la vida a la muerte; así el pecador es contrario al justo. Considerad de esta manera todas las obras del Altísimo" (Ec., XXXIII, 15).
Pablo dice en la segunda Epístola a los Corintios: "¿Qué unión puede haber entre la justicia y la iniquidad? ¿Y qué comercio entre la luz y las tinieblas? ¿Qué acuerdo entre Jesucristo y Belial? o ¿Qué sociedad entre el fiel y el infiel? y ¿Qué relación entre el templo de Dios y los ídolos?" (2, Co., VI, 14-16).

Lo que equivale a decir: la justicia y la iniquidad no participan de la misma esencia, ni la luz y las tinieblas; Cristo no puede de ninguna manera entenderse con Belial; y hay que buscar la explicación a su oposición en el hecho de que las cosas enemigas y contrarias no tienen la misma causa. Ya que si fuera de otra manera: si la justicia y la iniquidad, la luz y las tinieblas, Cristo y Belial, el fiel y el infiel, procediesen de la causa suprema de todos los bienes, participarían todos de la misma naturaleza, se acoplarían en lugar de destruirse mutuamente, como es evidente que lo hacen el bien y el mal cada día según lo antedicho: "El mal es el contrario del bien y la muerte de la vida".

Es preciso concluir por todo lo que precede que existe otro principio, el principio del Mal, que es causa y origen de toda iniquidad, de toda impudicia, de toda infidelidad, y también de todas las tinieblas. Si no fuera así, el verdadero Dios, que es la Pureza suprema, debería ser considerado como la causa absoluta y el principio de todo el Mal. Todas las oposiciones, todas las contrariedades emanarían de Él. Lo que sería muy loco sostener.

No hay comentarios:

Publicar un comentario