Pitágoras
enseñaba que el alma era inmortal, que se encontraba desterrada en la carne y
que se veía obligada a transmigrar de cuerpo en cuerpo, hasta alcanzar su
definitiva redivinización.
En numerosas
tradiciones gnósticas se habla de un santuario para entrar en el cual hay que
purificarse, despojarse de las vestiduras terrenales, los vestidos corporales
de “sangre y carne”, y cubrirse con otras vestimentas de luz y gloria.
Sólo entonces se
puede subir las escaleras, atravesar la puerta resplandeciente y contemplar la
magnificencia del paraíso.
Ese lugar es el
palacio celestial del Rey Sacerdote. Es el símbolo de lo sagrado. Y en él se
halla el Grial.
El Grial es el
reino de los espíritus bienaventurados que han dado la espalda al mundo.
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