Según el
mazdeísmo iraní, desde la eternidad dos principios luchan entre sí: el de la
vida y el de la muerte.
El primero tiene
por símbolo el sol; es la luz espiritual, la bondad, Ahura-Mazda (Ormuz).
El segundo,
simbolizado por las tinieblas, es la maldad y la devastación, Ahriman.
Ahura-Mazda creó
el cielo y la tierra, pero su creación fue desvirtuada debido a la
intervención de Ahriman.
El ser humano
tiene la obligación de luchar en pro del bien y en contra del mal.
Las almas de los
muertos se dirigen al puente de Chinvat.
Los justos lo franquean
y llegan al Garo-demana, la Casa de los Cantares, donde Ahura-Mazda tiene su
trono.
Los pecadores
pasan de largo ante él y permanacen en este mundo, el Drudjo-demana o Casa de
la Mentira, hasta el día en que llegue el Salvador Saosyant, que muestra a
todos los hombres el camino que lleva a Ahura-Mazda.
La lucha entre
ambos principios debe durar doce mil años, pero al fin Ahriman será vencido
gracias a la intervención del Salvador Saosyant. Esto ocurrirá el día del
Juicio Final.
El Salvador
Saosyant nacerá de una virgen, resucitará a los muertos, separará a los
buenos de los malos.
Los pitagóricos
le llamaban también Rhadamanthys, juez de los muertos.
El “Último
Juicio” no entregará a los malos a la condenación eterna, sino que éstos,
convertidos por la bondad de Ahura-Mazda, reconocerán a éste como a su único
dios.
A partir del
día del Juicio Final no habrá ya sino luz y amor.
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