jueves, 11 de diciembre de 2014

El Bien y el Mal




Santiago, III, 11: «¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga?»

Existe incompatibilidad entre lo bueno y lo malo. Lo malo no puede provenir de lo bueno. Si la causa es buena, tienen que serlo también los efectos.

Si la creación procede de un Dios bueno, ¿por que no la ha hecho perfecta como Él mismo? Y si ha querido crearla perfecta y no ha podido, resulta que tampoco Él es perfecto. Si ha podido crearla perfecta y no ha querido hacerlo, resultaría que no es bueno. Por consiguiente, Dios no puede haber creado el mundo terrestre, las criaturas terrenales no han podido ser creados por Dios.

Las cosas que acontecen en este mundo apenas tienen algo que ver con la voluntad de Dios, pues, ¿cómo Dios iba a ser la causa de tanto desorden y confusión? ¿Cómo atribuir a Dios la creación de un cuerpo que tiene por único destino la muerte, después de haber sido torturado por todo tipo de males?

Los efectos malos provienen de causas malas. El mundo, que no puede haber sido creado por un Dios bueno, ha de tener por creador un principio malo.

Jehová prohibió a Adán comer del árbol de la ciencia. O sabía que el ser humano iba a comer de aquel fruto o no lo sabía. Si lo sabía, no hizo sino inducirlo a la tentación para llevarlo al pecado y provocar así su perdición. Ese creador no puede ser Dios.

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