Santiago, III,
11: «¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga?»
Existe
incompatibilidad entre lo bueno y lo malo. Lo malo no puede provenir de lo
bueno. Si la causa es buena, tienen que serlo también los efectos.
Si la creación
procede de un Dios bueno, ¿por que no la ha hecho perfecta como Él mismo? Y si
ha querido crearla perfecta y no ha podido, resulta que tampoco Él es perfecto.
Si ha podido crearla perfecta y no ha querido hacerlo, resultaría que no es
bueno. Por consiguiente, Dios no puede haber creado el mundo terrestre, las
criaturas terrenales no han podido ser creados por Dios.
Las cosas que
acontecen en este mundo apenas tienen algo que ver con la voluntad de Dios,
pues, ¿cómo Dios iba a ser la causa de tanto desorden y confusión? ¿Cómo
atribuir a Dios la creación de un cuerpo que tiene por único destino la
muerte, después de haber sido torturado por todo tipo de males?
Los efectos
malos provienen de causas malas. El mundo, que no puede haber sido creado por
un Dios bueno, ha de tener por creador un principio malo.
Jehová
prohibió a Adán comer del árbol de la ciencia. O sabía que el ser humano
iba a comer de aquel fruto o no lo sabía. Si lo sabía, no hizo sino inducirlo
a la tentación para llevarlo al pecado y provocar así su perdición. Ese
creador no puede ser Dios.
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