Su búsqueda
encaminada a resolver el problema teológico del Mal, condujo a los cátaros a la
negación del pecado original, del juicio final y del infierno eterno (todo ello
contrario al postulado de la infinita bondad de Dios), y a la elaboración de
una teoría de la transmigración de las almas.
El alma humana
es de origen divino.
El Diablo formó
todo lo que es visible, es decir, este mundo.
Los dualistas
mitigados afirmaban que Dios había creado los cuatro elementos, y que el
trabajo de creación del Diablo se había limitado a moldear esos elementos
para obtener este mundo material.
El Diablo formó
los cuerpos del primer hombre y la primera mujer.
Entonces, el Mal
subió al Cielo y atrapó a un par de ángeles y los encerró en los cuerpos que
había moldeado, animando así su vacía creación material.
Creadas buenas
por Dios, que sólo quiere y puede crear el Bien, las almas - ángeles caídos
no pecaron al caer. Fueron arrastradas a su pesar por el dragón, sin su
consentimiento.
Las primeras
almas, ángeles de Dios, fueron encerradas en cuerpos de barro (prisiones
carnales), y estas dos almas primordiales se habían luego reproducido al mismo
tiempo que los cuerpos.
Las primeras
alma/ángel encerradas fueron transmitidas a todos los seres humanos.
La chispa del
divino origen se propaga pues de alma en alma.
Así, el dualismo
cósmico es transpuesto a este mundo; en los cuerpos-prisión, cuerpos de
barro, túnicas de piel o prisiones carnales, que pertenecen a su mala
creación, el Diablo encierra a los ángeles.
Las almas de los
hombres proceden de la creación buena, mientras que los cuerpos son sólo
envolturas de tierra. En los cuerpos, las almas duermen y olvidan su patria
celestial.
Esas almas,
encerradas en los cuerpos de la “tierra del olvido”, son transmitidas por el
Diablo de un cuerpo a otro, hasta que todas sean devueltas al Cielo.
Los cátaros
conciben un sistema de transmigraciones de las almas caídas, hasta su
salvación final.
Las almas de los
hombres son todas buenas, y todas se salvarán.
Es impensable
que el Padre hubiese podido concebir el proyecto de castigar a sus hijos por
toda la eternidad, impensable que el Dios de Amor pudiera condenar.
Todas las almas
deben regresar junto a su Padre, en la Patria Celestial. Como no es concebible
que despierten y recuerden en una sola existencia, pero deben lograrlo
necesariamente, se impone la transmigración, como el único método que
permite la salvación universal.
Esta idea de la
liberación por el Bien llevó a Juan de Lugio a negar el libre albedrío de la
criatura humana en nombre de la libertad del Bien, y a devolver a esa criatura
humana su dignidad de Hija de Dios, fundamentalmente buena.
El alma humana
ha olvidado que es buena, pero forzosamente lo recordará, antes o después,
consiguiendo así la liberación. En una existencia o en varias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario