lunes, 29 de julio de 2013

La transmigración de las almas




Su búsqueda encaminada a resolver el problema teológico del Mal, condujo a los cátaros a la negación del pecado original, del juicio final y del infierno eterno (todo ello contrario al postulado de la infinita bondad de Dios), y a la elaboración de una teoría de la transmigración de las almas.

El alma humana es de origen divino.

El Diablo formó todo lo que es visible, es decir, este mundo.
Los dualistas mitigados afirmaban que Dios había creado los cuatro elementos, y que el trabajo de creación del Diablo se había limitado a moldear esos elementos para obtener este mundo material.
El Diablo formó los cuerpos del primer hombre y la primera mujer.

Entonces, el Mal subió al Cielo y atrapó a un par de ángeles y los encerró en los cuerpos que había moldeado, animando así su vacía creación material.

Creadas buenas por Dios, que sólo quiere y puede crear el Bien, las almas - ángeles caídos no pecaron al caer. Fueron arrastradas a su pesar por el dragón, sin su consentimiento.

Las primeras almas, ángeles de Dios, fueron encerradas en cuerpos de barro (prisiones carnales), y estas dos almas primordiales se habían luego reproducido al mismo tiempo que los cuerpos.

Las primeras alma/ángel encerradas fueron transmitidas a todos los seres humanos.
La chispa del divino origen se propaga pues de alma en alma.

Así, el dualismo cósmico es transpuesto a este mundo; en los cuerpos-prisión, cuerpos de barro, túnicas de piel o prisiones carnales, que pertenecen a su mala creación, el Diablo encierra a los ángeles.

Las almas de los hombres proceden de la creación buena, mientras que los cuerpos son sólo envolturas de tierra. En los cuerpos, las almas duermen y olvidan su patria celestial.

Esas almas, encerradas en los cuerpos de la “tierra del olvido”, son transmitidas por el Diablo de un cuerpo a otro, hasta que todas sean devueltas al Cielo.

Los cátaros conciben un sistema de transmigraciones de las almas caídas, hasta su salvación final.
Las almas de los hombres son todas buenas, y todas se salvarán.

Es impensable que el Padre hubiese podido concebir el proyecto de castigar a sus hijos por toda la eternidad, impensable que el Dios de Amor pudiera condenar.

Todas las almas deben regresar junto a su Padre, en la Patria Celestial. Como no es concebible que despierten y recuerden en una sola existencia, pero deben lograrlo necesariamente, se impone la transmigración, como el único método que permite la salvación universal.

Esta idea de la liberación por el Bien llevó a Juan de Lugio a negar el libre albedrío de la criatura humana en nombre de la libertad del Bien, y a devolver a esa criatura humana su dignidad de Hija de Dios, fundamentalmente buena.
El alma humana ha olvidado que es buena, pero forzosamente lo recordará, antes o después, consiguiendo así la liberación. En una existencia o en varias.

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