Los monjes
cluniacenses también desprecian este mundo.
Y también
conciben este mundo como un campo de batalla en el que los caballeros de Dios
se enfrentan con los ministros del Diablo.
Este inicial espíritu
de cruzada será retomado por la Orden del Císter con Bernardo de Claraval.
Esta lucha es
reflejo terrenal del gran combate relatado por Juan en el Apocalipsis
(Apocalipsis 12, 7-9).
Ante los muros
de la Jerusalén celestial, el arcángel san Miguel rechaza hacia las tinieblas
exteriores a las legiones del gran dragón, la antigua serpiente, el Diablo.
El enemigo, en
su caída, arrastra con su cola a numerosos ángeles del Cielo.
Esas imágenes de
lucha cósmica se repetían en las figuras de los capiteles de los claustros, en
las miniaturas de los códices que los monjes iluminaban en los scriptoria de
los monasterios...
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