Un ángel de
Dios no puede volverse hacia el mal, cuando Dios sólo había podido crearlo
bueno.
¿Quién es el
inventor del mal que creyó elegir libremente Lucifer?
¿Quién le
empujó al orgullo, al pecado y a la muerte?
«Si el mundo os
odia, sabed que antes me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo
amaría lo que le pertenece; pero no sois del mundo, porque yo os he sacado del
mundo y por eso el mundo os odia» (Juan 15, 18-19).
El ser humano,
guiado por Cristo, aspira al Reino de Dios, que no es de este mundo.
Este mundo
malvado, este bajo mundo cuyo príncipe es Satán, no es de Dios.
Es la obra
deforme de otro creador, de un creador maligno.
Dios es inocente
del mal.
Su creación, el
Reino, el Otro Mundo, es buena y luminosa.
Un árbol bueno
sólo puede dar buenos frutos; uno malo sólo malos frutos:
«Por sus frutos
los conoceréis» (Mateo 7, 16).
Puesto que el
fruto de este mundo visible es muy amargo, su creador no puede ser un árbol
bueno.
Hay dos
creadores y dos creaciones.
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