La revelación
cristiana, la Buena Nueva, la Nueva Ley, la Nueva Alianza aportada por Cristo,
plantea por primera vez en la Historia que Dios es bueno, un Padre que ama a
sus criaturas como a sus hijos.
Pero, en esa
religión de bondad infinita, parece que debe atribuirse a ese Dios de Amor la
responsabilidad de una creación inicua y terrible.
¿Por qué existe
el mal, si Dios es el Padre anunciado por Cristo? ¿Por qué existe el mal en la
creación de un Dios bueno?
El obispo cátaro
italiano Juan de Lugio, hacia 1230, proporcionó una respuesta en su obra
titulada El Libro de los Dos Principios.
Lugio reflexionó
sobre el supuesto libre albedrío por el que tanto Lucifer como los ángeles
caídos eligieron el mal:
No se comprende
cómo unos ángeles creados buenos habrían podido odiar la bondad, semejante a
ellos mismos y que existía desde toda la eternidad, así como la causa de esa
bondad (es decir, Dios), para empezar a amar el Mal, que no existía todavía,
y que es lo absolutamente contrario al Bien. Y todo ello sin causa alguna.
A partir de esa
reflexión, Lugio niega el libre albedrío, piedra angular de la respuesta
católica al problema del mal:
En modo alguno
criaturas de Dios - ya fueran Adán y Eva o Lucifer - pudieron elegir e
inventar por sí mismas el mal, porque, creadas por Dios, eran buenas por
naturaleza.
El mal, bajo la
máscara del seudo-libre albedrío, procede de la intrusión de una fuerza
exterior e independiente de Dios:
Un principio
malo, una oscura fuente de mal y de no-ser, se infiltra, mediante astucia o con
violencia, en la creación de Dios, que era, a imagen y semejanza de Éste, por
completo bella y buena.
La teología de
los Dos Principios es la culminación de la búsqueda que realizaron los cátaros
para contestar a las grandes preguntas sobre la existencia del mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario