miércoles, 17 de julio de 2013

Los Dos Principios




La revelación cristiana, la Buena Nueva, la Nueva Ley, la Nueva Alianza aportada por Cristo, plantea por primera vez en la Historia que Dios es bueno, un Padre que ama a sus criaturas como a sus hijos.

Pero, en esa religión de bondad infinita, parece que debe atribuirse a ese Dios de Amor la responsabilidad de una creación inicua y terrible.

¿Por qué existe el mal, si Dios es el Padre anunciado por Cristo? ¿Por qué existe el mal en la creación de un Dios bueno?

El obispo cátaro italiano Juan de Lugio, hacia 1230, proporcionó una respuesta en su obra titulada El Libro de los Dos Principios.

Lugio reflexionó sobre el supuesto libre albedrío por el que tanto Lucifer como los ángeles caídos eligieron el mal:
No se comprende cómo unos ángeles creados buenos habrían podido odiar la bondad, semejante a ellos mismos y que existía desde toda la eternidad, así como la causa de esa bondad (es decir, Dios), para empezar a amar el Mal, que no existía todavía, y que es lo absolutamente contrario al Bien. Y todo ello sin causa alguna.

A partir de esa reflexión, Lugio niega el libre albedrío, piedra angular de la respuesta católica al problema del mal:
En modo alguno criaturas de Dios - ya fueran Adán y Eva o Lucifer - pudieron elegir e inventar por sí mismas el mal, porque, creadas por Dios, eran buenas por naturaleza.

El mal, bajo la máscara del seudo-libre albedrío, procede de la intrusión de una fuerza exterior e independiente de Dios:
Un principio malo, una oscura fuente de mal y de no-ser, se infiltra, mediante astucia o con violencia, en la creación de Dios, que era, a imagen y semejanza de Éste, por completo bella y buena.

La teología de los Dos Principios es la culminación de la búsqueda que realizaron los cátaros para contestar a las grandes preguntas sobre la existencia del mal.

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