El verdadero Dios, con todo su poder, no puede, no
ha podido jamás y no podrá nunca, ni voluntaria ni involuntariamente, crear a
otro Dios Señor y creador absolutamente igual a Él en todo punto.
Es imposible que el Dios bueno pueda hacer a otro
Dios semejante a Él en todas las cosas, es decir: autor de todos los bienes,
eterno, sin comienzo ni fin; que no haya sido engendrado por quienquiera que
sea, como el Dios bueno, que no ha sido nunca hecho, ni creado, ni engendrado.
Sin embargo, existe otro Dios, señor y príncipe,
además del verdadero Señor Dios.
Ha dicho Isaías: "Señor Dios nuestro, amos
extranjeros nos han poseído sin Ti; haz que, estando en Ti, ahora no nos
acordemos sino de tu nombre" (Isa., XXVI, 13).
Y David ha dicho: "Nos hemos olvidado del
nombre de nuestro Dios y hemos extendido nuestras manos hacia un Dios
extranjero" (Sal., XLIII, 21). Y además: "Todos los dioses de las
naciones son demonios" (Sal., XCV, 5).
Sofonías dice: "El Señor será terrible en su
castigo; reducirá a la nada a todos los dioses de la tierra" (Sof., II,
11).
Y el apóstol dice en la segunda epístola a los
Corintios: "Si el evangelio que predicamos está todavía velado, es para
aquéllos que perecen; para aquéllos cuyo dios de este siglo ha cegado los
espíritus, a fin de que no sean esclarecidos por la luz del evangelio glorioso
y fulgente de Jesucristo, que es la imagen de Dios." (2 Co., IV, 3-4).
Cristo dice en el Evangelio de San Mateo:
"Nadie puede servir a dos amos; puesto que, u odiará a uno y amará al
otro, o respetará a uno y despreciará al otro. No sabríais servir a Dios y a
Mammón" (Mt., VI, 24).
Cristo dice de nuevo en el Evangelio de Juan:
"El príncipe del mundo va a venir, aun cuando no haya nada en mí que le
pertenezca" (Jn., XIV, 30).
Y también: "Es ahora cuando el príncipe de
este mundo va a ser desalojado" (Jn., XII, 31).
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