lunes, 20 de agosto de 2012

Textos cátaros: El Libro de los Dos Principios. 4. Resúmenes. II. De la omnipotencia de Dios



Aun cuando en los testimonios de las Santas Escrituras el Señor verdadero Dios es llamado todo-poderoso, no hay que creer que es llamado así porque pueda hacer -y haga- todos los males, ya que el Señor no puede -y no podrá jamás- hacer el mal, como se lo dice el apóstol a los Hebreos: "Es imposible que Dios mienta" (Heb., VI, 18); y el mismo apóstol declara en la segunda epístola a Timoteo: "Si nosotros le somos infieles, Él no dejará de ser fiel; puesto que Él no puede renunciar a Sí mismo" (2 Ti., II, 13).


Y si se nos objeta: "El Señor verdadero Dios es todopoderoso porque, no solamente puede hacer -y hace- todos los bienes, sino también porque podría hacer todos los males, incluso mentir y destruirse a sí mismo, si quisiera, pero no quiere"; la respuesta es fácil:

Dios no puede hacer el mal.


El poder de hacer el mal no pertenece al verdadero Señor Dios. La razón es que todo atributo de Dios es Dios mismo, porque Él no está compuesto y no comporta en manera alguna "accidentes". En consecuencia, es necesario que Dios y su voluntad sean una misma cosa.

El Dios bueno no es calificado de todopoderoso porque podría hacer todos los males que han sido y que son y que serán, sino que es todopoderoso en lo que concierne a todos los bienes que han sido y que son y que serán. Él es la causa absoluta y el principio de todo bien, pero no es nunca, de ninguna de las maneras, causa de mal.


En cuanto al argumento que consiste en decir que "si no lo hace es porque no lo quiere", no tiene ningún valor, puesto que Él mismo y su voluntad son uno.

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