Aun cuando en los testimonios de las Santas
Escrituras el Señor verdadero Dios es llamado todo-poderoso, no hay que creer
que es llamado así porque pueda hacer -y haga- todos los males, ya que el Señor
no puede -y no podrá jamás- hacer el mal, como se lo dice el apóstol a los
Hebreos: "Es imposible que Dios mienta" (Heb., VI, 18); y el mismo
apóstol declara en la segunda epístola a Timoteo: "Si nosotros le somos
infieles, Él no dejará de ser fiel; puesto que Él no puede renunciar a Sí
mismo" (2 Ti., II, 13).
Y si se nos objeta: "El Señor verdadero Dios
es todopoderoso porque, no solamente puede hacer -y hace- todos los bienes,
sino también porque podría hacer todos los males, incluso mentir y destruirse a
sí mismo, si quisiera, pero no quiere"; la respuesta es fácil:
Dios no puede hacer el mal.
El poder de hacer el mal no pertenece al verdadero
Señor Dios. La razón es que todo atributo de Dios es Dios mismo, porque Él no
está compuesto y no comporta en manera alguna "accidentes". En
consecuencia, es necesario que Dios y su voluntad sean una misma cosa.
El Dios bueno no es calificado de todopoderoso
porque podría hacer todos los males que han sido y que son y que serán, sino
que es todopoderoso en lo que concierne a todos los bienes que han sido y que
son y que serán. Él es la causa absoluta y el principio de todo bien, pero no
es nunca, de ninguna de las maneras, causa de mal.
En cuanto al argumento que consiste en decir que
"si no lo hace es porque no lo quiere", no tiene ningún valor, puesto
que Él mismo y su voluntad son uno.
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