Ser compasivo. Sentir compasión no es sentir pena. Sentir compasión es “sentir con”. “Cum-passio”. Sentir con el otro. Padecer con el otro. El otro, que está en el mismo exilio, en la misma cárcel que nosotros; que forma parte del mismo ejército; que, como nosotros, sufre este destierro y, como nosotros, atraviesa a ciegas este valle de sombras.
Su dolor es el nuestro. Su tristeza, su desamparo, son los nuestros.
Tender la mano al otro es parte de la lucha; constituye un avance de la Luz; contribuye a fortalecer a Dios. A Dios, que nos necesita como nosotros lo necesitamos a Él.
Ayudar a esas minúsculas partículas de Luz que son los seres humanos incrementa la Luz. Pone un poco de claridad en la penumbra.
Con cada acto de com-pasión, la Sombra retrocede. Cada gesto de com-pasión es una pequeña victoria en la lucha de siglos que se libra en este inmenso campo de batalla que es la materia.
La búsqueda de la puerta de salida es un camino solitario. Pero, de pronto, en nuestro camino en busca de la Luz, se cruza otro caminante. Quizá más dolorido, más enfermo, más débil o más desorientado que nosotros. Ayudémosle, porque ese caminante también es luz encarcelada.
Pero no dejemos que su pesar o su ceguera nos arrastren. Hagamos lo que podamos por él, pero no olvidemos el camino.
Que su dolor no se convierta en cuerda que nos ate, en piedra que nos arrastre hacia la sombra.
Ayudemos a nuestros compañeros de viaje, pero no olvidemos que nuestra comunicación primordial es con Dios. El exceso de ruido humano nos impide oir el leve sonido que llega de la lejanía, la sutil voz con la que hablan los ángeles. Ayudemos a los caminantes con los que nos crucemos, pero no olvidemos que sin la compañía de la soledad podemos acabar perdiéndonos a nosotros mismos en el barullo mundano.
La soledad es buena. La soledad nos facilita muchas claves, nos proporciona el ánimo propicio para la escucha, nos ayuda a interpretar los mensajes.
La soledad es compañera imprescindible en el camino hacia la Luz, porque los sonidos que nos llegan para indicarnos la dirección son tan tenues que en medio del barullo mundano no podemos oirlos.
Ayudemos a nuestros camaradas, pero no abandonemos la soledad. No nos soltemos de la mano de la soledad, porque sólo en su compañía podremos ir descifrando los enigmas. El camino cátaro es el camino de la soledad.
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