Hay, en la ópera Werther de Massenet, un hermoso soliloquio del protagonista que, desesperado, piensa en la muerte.
Pourquoi trembler devant la mort?
Devant la nôtre?
On lève le rideau...
puis on passe de l'autre côté,
Voilà ce qu'on nomme mourir!
Offensons-nous le ciel
en cessant de souffrir?
Lorsque l'enfant revient d'un voyage
avant l'heure,
bien loin lui garder quelque ressentiment,
au seul bruit de ses pas
tressaille la demeure
et le père joyeux l'embrasse longuement!
O Dieu! qui m'as créé,
serais-tu moins clément?
Non, tu ne saurais pas, dérobé sous voiles
rejeter dans la nuit ton fils infortuné!
ton fils!
Devinant ton sourire au travers des étoiles
il reviendrait vers toi d'avance pardonné!
Père! Père!
Père, que je ne connais pas,
en qui pourtant j'ai foi,
parle à mon coeur,
appelle-moi! Appelle-moi!
¿Por qué temblar ante la muerte,
ante nuestra muerte?
¡Se levanta el telón y...
pasamos al otro lado!
Eso es a lo que llamamos morir.
¿Ofendemos al cielo
si cesamos de sufrir?
Cuando el niño vuelve de un viaje
anticipadamente,
no se le guarda resentimiento.
Al solo sonido de sus pisadas
se estremece la morada
y el padre, dichoso, le abraza largamente.
¡Oh, Dios! Tú, que me has creado,
¿serás menos clemente?
No. ¡No te ocultarás
y rechazarás en la noche
a tu hijo infortunado!
¡Tu hijo!
Intuyendo tu sonrisa entre las estrellas,
él regresará a Ti,
¡Perdonado de antemano!
¡Padre! ¡Padre!
Padre, al que no conozco,
y en quien sin embargo creo,
háblale a mi corazón,
¡Llámame! ¡Llámame!
Estas palabras podrían ser una oración del catarismo.
La oración del hombre que, desde la tristeza, desde el infortunio, desde la desesperación, ya sólo piensa en salir de la cárcel y regresar a la casa del Padre.
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