lunes, 2 de febrero de 2015

La transmigración de las almas





No fue Dios quien creó esta materia imperfecta y corruptible. Y no es Dios quien propicia su multiplicación.

El proceso de procreación es un fenómeno propio de la materia, por el cual se mantiene la atadura de los espíritus a las cárceles terrenas. No podemos saber de qué modo se produce y prolonga ese encarcelamiento. Sí sabemos que este mundo gobernado por el dolor y el mal no puede ser obra de Dios, ni por lo tanto tampoco lo es su prolongación en el tiempo. Durante siglos el ser humano, como el resto de la naturaleza, se ha ido reproduciendo y con ello se han ido prolongando el dolor y el mal.

En ese proceso, sin embargo, el ser humano ha ido entrando en contacto con Dios y recorriendo el camino de regreso a la patria perdida.

No tenemos la certeza de que exista la transmigración de las almas, pero es posible que así sea, que las almas no consigan liberarse de sus prisiones carnales hasta que encuentren el camino de vuelta. Y, si es así, un mismo espíritu puede hallarse en este mundo sucesivamente en un cuerpo de hombre y en un cuerpo de mujer. La esencia del espíritu no varía. Su revestimiento carnal es mero accidente, y darle diferente trato según cuál sea esa encarnadura, carece de sentido. Las leyes por las que se rige la naturaleza han sido dictadas por el creador chapucero de este mundo, no por el Dios de la Luz. Cuando los sacerdotes de las Iglesias tradicionales se rigen por esas leyes y con arreglo a ellas establecen diferencias entre los espíritus de los hombres y los de las mujeres, en realidad están sirviendo al príncipe de este mundo.

Hay muchas cosas que no sabemos. Es posible que cada uno de nosotros vivamos varias existencias, en un proceso de búsqueda y purificación, hasta que consigamos desprendernos definitivamente de la materia. En realidad, repugna menos a la razón creer en la transmigración de las almas que suponer que vivimos una sola existencia y que morimos una sola vez en circunstancias tan inaceptablemente desiguales.

Lo que sí sabemos es que nuestro lugar no es éste. Cuando nos paramos a escuchar nuestro interior, advertimos que late en nosotros una aguda nostalgia, que no es sino la añoranza de la patria, el deseo de regresar al lugar al que pertenecemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario