La endura (“ayuno”) es dejarse morir, es
una suerte de suicidio entendido como liberación de la vida terrena, como vía
de regreso a la divinidad.
Tras la
recepción del consolamentum, los
cátaros consideraban que su recorrido por este mundo había concluido. Después
de haber recibido el consolamentum,
el ser humano ha muerto para el mundo, por lo que muy bien puede dejar morir su
cárcel material y escapar así de este infierno.
El suicidio
entonces no es consecuencia del sufrimiento o la desesperación, sino el
resultado de un absoluto desasimiento de la materia y de una visión mística de
Dios. No es un acto de amargura sino de alegría y de paz. Se realiza cuando el
alma en realidad ya se ha despojado de los vínculos terrenales. Es un acto de
abandono del mundo por pura espiritualización, por pura divinización, tras un
largo proceso de esfuerzo, desapego y “desmaterialización”. Tras la renuncia a
todo lo material, se puede pasar a la otra vida, la verdadera, la del conocimiento,
la de las bellezas intuidas del Más Allá.
La auténtica
vida es la de después de la muerte, y por tanto la endura se lleva a cabo por puro deseo de vivir de verdad, vivir en
el Más Allá, abandonar el cuerpo para ser ya sólo espíritu eterno.
Los cátaros
llevaban una vida dura, pero no les importaba, porque ya no se consideraban de
este mundo. En el Más Allá les aguardaba todo cuanto anhelaban.
La endura era el retorno al cielo que
Jesucristo había vuelto a abrir. Era la separación definitiva de cuerpo y alma
y la incorporación de ésta al Reino del Espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario