Los cátaros
rechazaban el bautismo de agua y lo reemplazaban con el bautismo del Espíritu,
el consolamentum.
El agua, al no
ser más que materia, no podía ejercer una acción divinizante. Dios no podía
servirse de una creación de su contrincante para, por su mediación, liberar a
las almas de su cautiverio.
Juan el Bautista
dijo que él había bautizado con agua, pero que Cristo bautizaría con el
Espíritu.
El consolamentum deparaba un buen final y
la salvación del alma.
Si el hombre
muere sin haber recibido el bautismo del Espíritu, su alma transmigrará a otro
cuerpo, hasta que en una vida ulterior reciba el consolamentum que le posibilite el reencuentro con Dios.
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