domingo, 20 de octubre de 2013

La naturaleza




Siendo la naturaleza obra del dios de la Oscuridad, del dios del Mal, ¿puede, sin embargo, contener mensajes del Dios de la Luz?
¿Puede el Dios del Bien comunicarse con el hombre a través de esa naturaleza implacable y corrompible?
¿Puede la naturaleza, imperfecta y mortal, constituir un camino de aproximación a lo perfecto y lo inmortal?
¿Puede el hombre encontrar en la naturaleza, pura materia, la vía que conduce al Espíritu?

El momento actual es extraño. Al mismo tiempo que se rechaza la espiritualidad, al mismo tiempo que tiene lugar un progresivo alejamiento de Dios, se produce una exaltación de la Materia, a la que se convierte en sustituto de Dios. La Pacha Mama. El hombre actual, al que no le gusta hablar de Dios, organiza actos de veneración de la Naturaleza, se abraza a los árboles, afirma que el “espíritu” de su mascota se le ha aparecido.

En vez de desvincularnos de la materia y aproximarnos al Espíritu, estamos “divinizando” la naturaleza.

La naturaleza es materia, y vincularnos a ella es lastrar el espíritu.


Sin embargo, es posible encontrar en esa naturaleza mensajes que apelan al espíritu. Siempre y cuando seamos capaces de trascenderla, de no considerar que ella es el objetivo final.

La naturaleza no es el territorio del Bien. La naturaleza es cruel, es el ámbito de la muerte y del dolor, el ámbito de la putrefacción.

Sin embargo, el mundo de la materia y el del espíritu no se hallan completamente incomunicados. A través de la materia, que no es obra suya, Dios ha conseguido encontrar resquicios por los que comunicarse con el hombre, que se halla encarcelado en ella.

Por eso, la aproximación a la naturaleza ha de realizarse con la vista puesta en el Espíritu. Buscando en ella las pistas que nos conduzcan al Espíritu, los mensajes del Espíritu que a través de ella puedan filtrarse.

La exaltación de la naturaleza por ella misma nos vincula sólo a la Materia. Para que ello no ocurra, hay que tratar de trascender la naturaleza, ver en ella no un sucedáneo de Dios sino sólo un medio, un camino, un instrumento.

El Espíritu ha abierto en la naturaleza vías de contacto con el hombre. El hombre, en su envoltura carnal, necesita de la materia para comunicarse. En esa materia el Espíritu ha abierto grietas que faciliten al hombre la aproximación a la Luz.

Hay que buscar esas grietas, esos mensajes.

La naturaleza se marchita, se deteriora, se pudre. Ésa es su esencia. Es transitoria y perecedera. Convertir a la naturaleza en un nuevo dios es lastrar el alma. Es bloquear los canales de contacto con el Más Allá.

Por el contrario, nuestro empeño debe ir encaminado a encontrar los canales del Espíritu y prestar atención a su sonido. Al principio puede parecernos casi inapreciable, ensordecidos como estamos por el ruido mundano. Pero, si persistimos, si nos alejamos del bullicio, si nos concentramos, acabaremos entendiendo esa Voz que se filtra a través del viento, a través del fragor de las olas. Acabaremos viendo, más allá del brillo de los astros y los colores de las hojas, una Luz más intensa y que no pertenece a este mundo. Una Luz que nos indicará el camino.

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