Siendo
la naturaleza obra del dios de la Oscuridad, del dios del Mal, ¿puede, sin
embargo, contener mensajes del Dios de la Luz?
¿Puede
el Dios del Bien comunicarse con el hombre a través de esa naturaleza
implacable y corrompible?
¿Puede
la naturaleza, imperfecta y mortal, constituir un camino de aproximación a lo
perfecto y lo inmortal?
¿Puede
el hombre encontrar en la naturaleza, pura materia, la vía que conduce al
Espíritu?
El
momento actual es extraño. Al mismo tiempo que se rechaza la espiritualidad, al
mismo tiempo que tiene lugar un progresivo alejamiento de Dios, se produce una
exaltación de la Materia, a la que se convierte en sustituto de Dios. La Pacha
Mama. El hombre actual, al que no le gusta hablar de Dios, organiza actos de veneración
de la Naturaleza, se abraza a los árboles, afirma que el “espíritu” de su
mascota se le ha aparecido.
En
vez de desvincularnos de la materia y aproximarnos al Espíritu, estamos
“divinizando” la naturaleza.
La
naturaleza es materia, y vincularnos a ella es lastrar el espíritu.
Sin
embargo, es posible encontrar en esa naturaleza mensajes que apelan al
espíritu. Siempre y cuando seamos capaces de trascenderla, de no considerar que
ella es el objetivo final.
La
naturaleza no es el territorio del Bien. La naturaleza es cruel, es el ámbito
de la muerte y del dolor, el ámbito de la putrefacción.
Sin
embargo, el mundo de la materia y el del espíritu no se hallan completamente
incomunicados. A través de la materia, que no es obra suya, Dios ha conseguido
encontrar resquicios por los que comunicarse con el hombre, que se halla
encarcelado en ella.
Por
eso, la aproximación a la naturaleza ha de realizarse con la vista puesta en el
Espíritu. Buscando en ella las pistas que nos conduzcan al Espíritu, los mensajes
del Espíritu que a través de ella puedan filtrarse.
La
exaltación de la naturaleza por ella misma nos vincula sólo a la Materia. Para
que ello no ocurra, hay que tratar de trascender la naturaleza, ver en ella no
un sucedáneo de Dios sino sólo un medio, un camino, un instrumento.
El
Espíritu ha abierto en la naturaleza vías de contacto con el hombre. El hombre,
en su envoltura carnal, necesita de la materia para comunicarse. En esa materia
el Espíritu ha abierto grietas que faciliten al hombre la aproximación a la
Luz.
Hay
que buscar esas grietas, esos mensajes.
La
naturaleza se marchita, se deteriora, se pudre. Ésa es su esencia. Es
transitoria y perecedera. Convertir a la naturaleza en un nuevo dios es lastrar
el alma. Es bloquear los canales de contacto con el Más Allá.
Por
el contrario, nuestro empeño debe ir encaminado a encontrar los canales del
Espíritu y prestar atención a su sonido. Al principio puede parecernos casi
inapreciable, ensordecidos como estamos por el ruido mundano. Pero, si persistimos,
si nos alejamos del bullicio, si nos concentramos, acabaremos entendiendo esa
Voz que se filtra a través del viento, a través del fragor de las olas.
Acabaremos viendo, más allá del brillo de los astros y los colores de las
hojas, una Luz más intensa y que no pertenece a este mundo. Una Luz que nos
indicará el camino.
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