jueves, 27 de junio de 2013

La subida a la montaña




La leyenda del Grial recoge el sentido sacro de la montaña (el Montsalvat, el Monte de la Salvación) y la idea simbólica del ascenso a la montaña y de la residencia en la montaña como algo propio de los héroes, de los iniciados, de los seres que han superado los límites de la vida gris de la llanura.

Esa elevación de la tierra hacia el cielo expresa alegóricamente los estados trascendentes de la conciencia, la superación interior, la consecución de modos supra-normales del ser.

Representa también el lugar más próximo a lo divino, y también el más grandioso y por tanto el más digno de acoger a la divinidad. La montaña es el lugar donde se puede “ver” (o al menos presentir) a Dios.

Representa el lugar inaccesible para todo aquél no suficientemente preparado.

La subida a la montaña es la superación de los límites, es el camino hacia la luz. Hacia la libertad. Hacia la verdadera vida.

En las antiguas tradiciones, la inmortalidad del héroe se plasma en su ascensión a la montaña y su “desaparición” en ella, símbolo de una misteriosa transfiguración espiritual, de una auténtica “redención”, tras atravesar el ascendente y difícil camino de la purificación, del conocimiento, de la iluminación. La llegada a un lejano lugar que ya no es humano, mortal y contingente. El lugar donde la luz vence a la oscuridad, donde la calma se impone sobre la tempestad.

La llegada del héroe a ese lugar viene a acrecentar con nuevas fuerzas el ejército espiritual del cual la divinidad tiene necesidad para luchar contra las tinieblas, contra las criaturas tenebrosas.

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