lunes, 9 de julio de 2012

Textos cátaros: El Libro de los Dos Principios. 1. Tratado del Libre Arbitrio (II)




Del libre arbitrio de los ángeles

Nuestros adversarios dirán: Dios, si hubiera querido, habría creado a sus ángeles en tal perfección que no habrían podido, en ningún grado, hacer el mal. Porque conoce todo en toda la eternidad, porque es todopoderoso, porque su omnipotencia no está obstaculizada por ningún otro poder.

Sin embargo, nos dicen, Dios ha creado a sus ángeles de tal manera que puedan, a su gusto, hacer el bien o el mal, y llaman a esto libre albedrío.

Así, afirman ellos, Dios podrá justamente y con razón dar a sus ángeles la gloria o el castigo, es decir: glorificar a los unos porque habiendo podido hacer el mal no lo han hecho, y castigar a los otros porque habiendo podido hacer el bien no lo han hecho.

Si Dios hubiera creado a sus ángeles de una perfección tal que no hubieran sido libres de hacer el mal, Dios no habría podido agradecerles su buen comportamiento, puesto que sólo habrían actuado por necesidad.


Refutación


Si Dios debe reconocimiento a un ser por un servicio que éste le presta, ello parece implicar que hay algo que a Dios le falta y escapa y se resiste a su voluntad, puesto que pide y desea tener aquello que no tiene y necesita.
"He tenido hambre y me habéis dado de comer; he tenido sed y me habéis dado de beber..." "Todas las veces que habéis hecho esto por uno de los más pequeños de mis hermanos, es a mí mismo a quien lo habéis hecho" (Mt., XXV, 40).
"¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como una gallina reúne a sus pequeños bajo sus alas, y tú no lo has querido!" (Mt., XXIII, 37).
"Vuestra impureza es execrable, porque he querido purificaros y vosotros no habéis abandonado vuestras basuras" (Eze., XXIV, 13).
De todos estos textos, parece resultar que la voluntad de Dios no está enteramente cumplida. Lo que sería imposible si no hubiera más que un Principio bueno y perfecto.

Y ésta es la razón por la cual podemos servir a Dios cuando asumimos su voluntad, es decir, cuando alejamos el hambre y los otros males de las criaturas.

Que ese supuesto Principio único pueda tener que soportar lo que no quiere soportar y que haya alguna cosa en el mundo capaz de apesadumbrarle y afligirle, a él o a los suyos, sólo sería posible si Él estuviera dividido contra Sí mismo, y fuera capaz de perjudicar a sus criaturas y a Sí mismo, es decir, hacer de buen grado, sin que ninguna realidad extraña le contraríe, lo que en el futuro sería perjudicial para Él y para los suyos y les aportaría aflicción y dolor.

Este Dios que según nuestros adversarios ha creado al hombre y a la mujer y a todos los seres, se nos muestra tal cual en el Génesis: "Estando transido de dolor hasta el fondo del corazón, dice: exterminaré de la superficie de la tierra al hombre que yo he creado; exterminaré todo, desde el hombre hasta los animales, desde aquello que se arrastra sobre la tierra hasta los pájaros del cielo, porque me arrepiento de haberlos creado" (Ge., VI, 6-7). Si no hubiera más que un solo Principio, santo y perfecto, jamás el verdadero Dios habría actuado de esta manera.

Sin duda, se puede interpretar tal texto como si significase: "Hay otro Principio, el del Mal, que aflige mi corazón por su acción maligna contra mis criaturas. Y es ese Principio malo quien me hace padecer por mis criaturas".

Pero, según la teoría del Principio único, no se puede interpretar más que de la siguiente manera: "Me arrepiento de haber creado a estos seres, es decir que en el futuro tendré que sufrir en Mí mismo y como un castigo el dolor de haberlos creado libremente."

Y a partir de ahí, hay que considerar, según la teoría de los que creen en un Principio único, que Dios se ha infligido a Sí mismo tristeza, dolor y aflicción, y tiene que soportar la pena de una falta que ha cometido sin haber sido obligado por voluntad extraña a la suya.


No se podría, sin impiedad, tener esa opinión del verdadero Dios.

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