Aparecen los cátaros por vez primera con este nombre en el año 1163, en la zona de Colonia, Alemania.
Pero sus orígenes se sitúan a principios del siglo XI, en el sur de Francia.
Además, el nombre de “cátaros” (del griego “katharoí”, “puros”) era ya conocido, porque con anterioridad lo habían adoptado para sí los discípulos de Novaciano y tras ellos también los donatistas.
A partir del siglo VI el gnosticismo cristiano parece haber desaparecido.
Sin embargo, en el siglo XII los cristianos “puros” reelaboraban la teología dualista de maniqueos, paulicianos y bogomilos:
La oposición radical entre el Bien y el Mal como explicación de lo que ocurre en el mundo.
Se trata de un dualismo ontológico y cósmico basado en el enfrentamiento esencial entre el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, el Ser y la Nada, el Espíritu y la Materia.
Se parte de la convicción de que es imposible que la divinidad tenga algo que ver con el mundo material, imperfecto y malo. Dios no puede hacer el mal.
Así pues, en los orígenes hay dos principios: Dios es el Principio bondadoso, origen del universo espiritual, bueno. Frente a Él se halla el Principio malvado, origen del universo material, malo. El Ser y la Nada.
Esta verdad está revelada en el Evangelio de Juan I, 3, que los cátaros no leen como los católicos:
« La vida fue hecha por Él, y sin Él fue hecha la Nada».
La Nada, por tanto, tuvo un principio, y, consiguientemente, tendrá un fin.
Los dos Principios son generadores. Hay, en consecuencia, dos creaciones: una buena y otra mala.
La Nada crea su obra en un intento por llegar a ser “algo”.
La primera manifestación o “exteriorización” de la Nada es Satanás.
A partir de ahí, la lucha entre el Bien y el Mal es explicada por los cátaros a través de una serie de mitos radicados en el Antiguo Testamento interpretado alegórica y simbólicamente.
Para los cátaros el Antiguo Testamento es expresión de la entidad malvada, pero pueden extraerse de él verdades si se le aplica la correcta exégesis.
En cuanto al Nuevo Testamento, el Evangelio de Juan es el que proporciona mayor información sobre la lucha entre el Bien y el Mal, el Espíritu y la Materia, el reino de la Luz y el reino de las Tinieblas.
Y el Evangelio de Marcos es el que más aporta sobre el Cristo / Ángel en su aparición humana.
La creación del hombre se explica por acción del Principio malvado:
Satanás, como su representante, logra mediante astucia penetrar en el reino del Espíritu, engañar a algunas entidades divinas subordinadas, ángeles, almas puras, y arrastrarlas al ámbito de la materia.
Para que olviden su origen divino, Satán las dota de un cuerpo material.
Así surgen los seres humanos, compuestos de alma, de origen divino, y de cuerpo, de origen satánico.
A través de sucesivas vidas materiales, en un proceso de transmigración de las almas o “metempsicosis”, puede el espíritu alcanzar la purificación que le permita recordar su origen celeste, recuerdo a partir del cual el alma se esforzará por regresar a su lugar de procedencia.
El Principio Bueno desea salvar a los ángeles caídos, recuperarlos.
Para ello envía a la tierra a una emanación de Sí mismo.
Este ángel es Cristo.
Para asemejarse a los humanos, Cristo adquiere un cuerpo apariencial.
Por ello, aparencial es también su vida y muerte en la tierra.
Su misión es recordar a los hombres su origen.
Así, con su Revelación, Cristo libera del poder de Satán.
Jesucristo es una especie de hermano mayor del ser humano, un espíritu generado también por el Buen Principio, pero de una naturaleza superior.
Mediante el ejercicio del ascetismo, los cátaros se espiritualizan, con lo que evitan nuevas reencarnaciones.
El libre albedrío es en realidad obra de Satanás, pues permite hacer el mal.
Cuando el ser humano adquiere plena conciencia de su origen divino y de que lo único importante es lo espiritual, ya no puede pecar.
El universo subsistirá hasta que el alma del último ser humano se libere.
Entonces la materia será destruida y volverá a la nada.
No hay más infierno que estar en la tierra y ser prisionero de la materia.
El ascetismo posibilita una progresiva desvinculación de las exigencias de la vida material.
Los cátaros que habían recibido el “consolamentum” (sacramento cátaro) llevaban una vida austera, se abstenían de alimentos generados sexualmente y renunciaban a lo carnal.
En algunos casos practicaban un extremo ayuno (“endura”) que les condujera a la muerte y, así, a la liberación de la materia.
Las mujeres podían predicar e impartir y recibir el “consolamentum” igual que los hombres: la diferencia sexual era irrelevante para los cátaros, pues las almas no tienen sexo.
Cuando nos liberemos de la materia, volveremos a ser lo que fuimos: radiantes espíritus habitantes de las esferas celestiales.
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