Levantaréme de
la seca tierra
que pacen estos
rudos animales,
¡oh, Padre!, a
tus entrañas paternales,
de donde mi
locura me destierra.
Iré al palacio,
dejaré la sierra,
donde estos
rotos míseros sayales
me trocarán en
púrpuras reales:
que a nadie que
llamó las puertas cierra.
Confesaréle que
perdido anduve,
y aunque temo el
llegar, pues lo más verde
de mis pasados
años me detuve,
Para que llegue,
basta que me acuerde
que si perdí lo
que de hijo tuve,
lo que tiene de
padre no lo pierde.
Félix Lope de Vega y Carpio
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