Hasta hace poco tiempo, el Arte fue Religión.
Hasta hace poco tiempo, el Arte fue un medio de comunicación del hombre con Dios.
Hasta hace poco tiempo, el Arte fue un modo de, a través de la Materia, trascender la Materia.
Mediante el Arte, el hombre podía tener vislumbres de lo Bello, de lo Grandioso, de lo Noble.
Pero, de repente, la Materia invadió el Arte y éste se hundió en el barro.
Lo que durante siglos había sido búsqueda de la Belleza, se convirtió en regodeo en la Fealdad. El pintor se puso a plasmar en el lienzo montones de excrementos. El escultor nos ofreció hierros retorcidos envueltos en sesudas explicaciones sociológicas. La música se transformó en chirrido. Buena parte de lo que hoy se llama arte no apela a la trascendencia sino a los bajos instintos.
Ésa parece una batalla perdida por el Principio del Bien. Por más que los actuales teóricos del arte, pedantes vendedores de humo, se empeñen en elaborar argumentos, nadie puede creer en serio que la contemplación de una taza de váter enriquezca en algo al contemplador. Vaciar un cubo de basura sobre una mesa y afirmar que el resultado es una obra de arte no es sino una tomadura de pelo.
El Arte era un lenguaje. Un medio de comunicación. Una vía de contacto del hombre con Dios.
Esa vía se ha ido cerrando.
Quedan, al menos, las obras del pasado, que siguen sirviendo como transmisoras del mensaje.
Para que tenga efecto esa transmisión ¿sirve igual una cantata de Bach que una simplona musiquilla mal entonada con el deficiente acompañamiento de una guitarrita? Seguramente no.
La manifestación de la Divinidad requiere una preparación, un estado de conciencia adecuado.
El Espíritu sopla donde quiere, pero el corazón del hombre ha de estar preparado para recibir el mensaje. Los canales han de estar abiertos.
Durante siglos, el Arte ha servido para preparar la hierofanía.
Durante siglos, el Arte fue un instrumento del Espíritu para superar la Materia.
Pero, en los últimos tiempos, la Materia ha invadido por completo el Arte y éste se ha quedado vacío de Espíritu, vacío de Sentido.
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