sábado, 21 de enero de 2012

La importancia del Templo



El catarismo no tuvo tiempo de desarrollarse. No tuvo tiempo para establecer criterio sobre muchas cosas. Sólo tuvo tiempo para poner los cimientos.

Por eso se han podido hacer tantas afirmaciones equivocadas sobre su mensaje. Sin atender a cuáles eran esos cimientos, se ha echado a volar la fantasía, siempre pro domo sua. El partidario del vegetarianismo, ha insistido en que éste formaba parte sustancial de la vida y la doctrina cátaras. El partidario del amor libre, ha recreado una imagen de los cátaros próxima a la de los hippies de las comunas del 68. Los partidarios de la New Age, los han reclutado para sus filas... Los cátaros resultan ser libertarios avant la lettre, comunistas avant la lettre, naturistas, esoteristas, ecologistas...

Hay tanta adherencia en torno al catarismo, que se hace difícil llegar a los cimientos, a la desnudez de los cimientos.


Ahí, en la raíz, en el fundamento, lo que encontramos es la existencia de dos Principios:

El Principio del Bien, que es el ámbito del Espíritu.

Y el Principio del Mal, que es el ámbito de la Materia.

La Materia es el reino del Maligno. Todo lo relativo a la materia, pues, le es ajeno al Espíritu.


Sin embargo, el enfrentamiento radical entre los cátaros y la Iglesia católica fue un triste episodio de una época y un territorio determinados. Hoy el catarismo puede dialogar con el catolicismo, como con las demás iglesias y credos. Partiendo de postulados diferentes, disintiendo en algunos puntos esenciales, sin embargo nada impide que el catarismo reconozca lo mucho bueno que ha aportado la Iglesia católica a lo largo de los siglos.

¿Puede un cátaro rezar en un templo católico? Ciertamente sí. Como en una mezquita o una sinagoga. Como en un templo hindú o sintoísta.


Los templos, sean del credo que sean, facilitan el contacto con el Espíritu. Se erigieron para eso. Los templos son el mayor esfuerzo hecho por el hombre para, en cierto modo, convertir la materia en espíritu. Lo son, al menos, los templos antiguos.

En el mundo occidental, los templos actuales son otra cosa. Son ya meros locales que se destinan al culto como podrían dedicarse a cualquier otra función. Podrían ser igual un templo o una tienda o una oficina. En su inmensa mayoría, no se construyen con el propósito de que su función sea la comunicación con Dios. El arquitecto ni siquiera se plantea el edificio en esos términos. Muchos de los templos más o menos recientes son tan sólo los bajos de una finca cualquiera.

Si queremos utilizar el templo como vehículo que nos aleja de la Materia y nos aproxima al Espíritu, hemos de recurrir al pasado. A los tiempos en que los arquitectos sabían que construir un templo no es lo mismo que construir una vivienda o un almacén.


En los grandes templos católicos de los siglos pasados, todo habla al Espíritu. Construidos con elementos materiales, sin embargo transmiten el Espíritu, igual que los cables transmiten la electricidad.

No importa que no se compartan los postulados vaticanos. Penetrar en las grandes catedrales antiguas es una experiencia mística. Los arquitectos que las levantaron sabían que no estaban trabajando para la Materia sino para el Espíritu.

El cátaro puede rezar en esos templos igual que el católico. Cuando los ojos contemplan la luz tamizada por las vidrieras, o las columnas elevándose interminablemente, o la solidez de los muros de piedra delimitando con rotundidad el espacio sagrado, no están contemplando trozos de cristal y bloques de piedra. El que sabe mirar, ve a través de esos cristales y esas piedras. El que sabe mirar, a través de esos trozos de materia puede ver a Dios.


Hay imágenes. Hermosas imágenes. Vírgenes, ángeles, santos, Cristos...

Son sólo imágenes. Imágenes hermosas. Pero son, sobre todo, imágenes esculpidas o pintadas con la intención de transmitir un mensaje. Lo importante, en esas imágenes, no es si representan a un Dios barbado, a un querubín, a los apóstoles... Lo importante es el mensaje que transmiten. Y el mensaje es espiritual. Esas esculturas y murales son el medio, como lo son las palabras.


Todo, en el templo antiguo, está transmitiendo un mensaje. El hombre moderno con frecuencia desprecia ese mensaje. No se preocupa por obtener las claves para descifrarlo. Penetra en el espacio sagrado como entraría en un cine o una peluquería. Sólo ve materia...

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