En el Purgatorio el alma pasa por un proceso de purificación que es como una ascensión al llegar a cuyo último tramo se encuentra ya “dispuesta para subir a las estrellas” (Canto XXXIII, 145).
En la última cornisa hay un muro de fuego, y tras él una escalera por la que se llega al Paraíso.
Dante se siente asustado.
En el universo de Dante, el fuego no representa al Maligno sino a la Divinidad, y el temor del poeta no es el miedo al Mal sino el sobrecogimiento ante el Misterio.
La aproximación a la Divinidad no puede hacerse con indiferencia. La Divinidad es Luz que “quema”, Luz que “ciega”.
La aproximación a la Divinidad necesita un proceso previo de preparación, de aprendizaje, de conocimiento.
El paso por el Infierno y el Purgatorio ha sido el camino a través del cual Dante ha aprendido.
A pesar de ello, ante la puerta que da acceso a la Divinidad, Dante siente un temor que no había sentido en el Infierno. Los horrores que ha presenciado en el Averno le eran más conocidos. Eran “terrestres”, “humanos”. Ahora Dante se encuentra ante el Misterio.
Dante se siente asustado y Virgilio le conforta, pero han de despedirse, porque Virgilio no puede acceder al Paraíso.
En la puerta del Paraíso terrestre, Virgilio debe separarse del poeta:
Virgilio, símbolo de la filosofía y humanidad no cristiana, no puede ayudarle más.
En la cima del Monte Purgatorio se encuentra el Paraíso Terrenal o Jardín del Edén.
En el jardín celeste, a la entrada del Paraíso, Dante es acogido por Matelda, quien es una anticipación de la llegada de Beatriz.
Matelda, personificación de la felicidad, muestra a Dante dos ríos:
El Leteo, cuyas aguas hacen olvidar los males cometidos, y el Eunoe, que hace recordar el bien realizado.
Antes de entrar en el Paraíso el alma bebe de los dos ríos. Así el hombre se purifica: El mal es perecedero y el bien es inmortal.
Dante busca a Virgilio, pero éste ya no se encuentra con él.
Matelda se ofrece a reunir a Dante con Beatriz.
Beatriz reprocha a Dante sus pecados y ambos se reconcilian. Se prepara así el ascenso a las esferas del Paraíso.
Dante bebe las aguas de los dos ríos, que hacen olvidar lo malo y recordar lo bueno, y sigue a Beatriz, que simboliza el camino hacia Dios.
Al igual que en las otras dos partes de la Divina Comedia, el Purgatorio acaba con la palabra "estrellas" (Canto XXXIII):
De aquel agua santísima volví
transformado como una planta nueva
con un nuevo follaje renovada,
puro y dispuesto a alzarme a las estrellas.
Dado que la cavidad infernal llegaba hasta el centro de la Tierra, la montaña del Purgatorio debe ser muy alta:
Su cima está inmediatamente debajo de la Esfera de Fuego (la más externa de las esferas sublunares).
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