El recorrido por el Purgatorio es el ascenso a una montaña.
Dante sigue en compañía de Virgilio.
El Purgatorio de Dante se divide en Antepurgatorio, Purgatorio y Paraíso terrestre.
Al pie de la montaña se encuentra el Antepurgatorio, y en la cima el Paraíso terrestre.
Las almas llegan al Purgatorio escoltadas por un ángel, cantando el salmo “In exitu Israel de Aegypto”.
En las orillas del Purgatorio, Dante y Virgilio encuentran a Catón, un pagano que ha sido nombrado por Dios guardián del pie del monte.
Dante y su compañero atraviesan la puerta del Purgatorio, que está custodiada por un ángel con una espada de fuego, sentado en un solio de diamante.
El ángel marca siete veces la letra “P” en la frente de Dante y abre la puerta.
En cada escalón del Purgatorio se redime un pecado:
Dante se va purificando y en cada nivel un ángel le borra una letra.
En el escalón correspondiente a la soberbia, las almas en pena rezan el Padrenuestro (Canto XI):
«Padre nuestro, que estás en los cielos,
no circunscrito, sino por el grande
amor que a tus primeras obras tienes,
alabados tu nombre y tu potencia
sean de cualquier hombre, como es justo
darle gracias a tu dulce esencia.
De tu reino la paz venga a nosotros,
que nosotros a ella no alcanzamos,
si no viene, con todo nuestro esfuerzo.
Como por gusto suyo hacen los ángeles,
cantando “Osanna, a ti los sacrificios”,
hagan así gustosos los humanos.
El maná cotidiano danos hoy,
sin el cual por este áspero desierto
quien más quiere avanzar más retrocede.
Y al igual que nosotros las ofensas
perdonamos, a todos, sin que mires
el mérito, perdónanos, benigno.
Nuestra virtud, que cae tan prontamente,
no ponga a prueba el antiguo enemigo,
mas líbranos de aquel que así la hostiga.»
En la quinta grada, Dante y Virgilio son alcanzados por el poeta Estacio, que es descrito como un convertido al Cristianismo. Acaba de finalizar su purificación en ese círculo, y, como cristiano, su guía es adecuada para complementar la de Virgilio. (Canto XXI).
En el séptimo peldaño, Estacio le habla a Dante sobre la naturaleza del alma y su relación con el cuerpo (Canto XXV).
Al final de la séptima terraza, que es la que corresponde a la lujuria, están los poetas Guido Guinizzelli y Arnaut Daniel, con quienes Dante conversa (Canto XXVI).
A continuación se levanta una inmensa pared de llamas que hay que atravesar.
Dante siente miedo.
Finalmente, Virgilio le recuerda a Dante que a Beatriz la encontrará al otro lado del Paraíso Terrenal, y le persuade para que pase entre las llamas (Canto XXVII).
Ante los escalones del Paraíso Terrenal, la noche cae por tercera vez, y Dante sueña.
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