El centro
primordial, como el castillo del Grial, no se muestra a los espíritus impuros,
sino que permanece oculto, protegido por una estirpe de ángeles, de seres
gloriosos. Se muestra sólo al héroe mágico, y es poseído por él.
El Grial es un
misterio extraño, y terrible para los que no están preparados.
El héroe ha de
abrirse camino hacia el “paraíso” con una lucha atroz, consistente en superar
ese estado de latencia llamado “enfermedad”, “impureza”, “imperfección”,
“muerte”, mediante actuaciones de carácter iniciático.
El Grial, como
la lanza o la espada, tiene un lado peligroso, un lado destructivo, para quien
se aproxime a él sin ser capaz de hacer que su fuerza supere su límite
natural.
La aproximación
al Grial acarrea daño si no va precedida de una “purificación” completa.
El Grial es Agua
de Vida, pero también veneno que todo lo disuelve, rayo que todo lo quema,
hacha que todo lo hiere.
Para ser capaz
de superar el peligro hay que realizar la obra invisible: Resucitar al muerto
interior, alcanzar la realeza iniciática, convertir la sangre en fuego, en sol,
en oro.
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