El Amor (Minne) del que hablaron
los cátaros es la Memoria. El Amor del que hablaron los cátaros es el Recuerdo.
Parzival partió en busca de su
padre y su Dios, y encontró el conocimiento sobre ambos en la Minne: el
Recuerdo.
Completamente confiados, hemos de
internarnos en la oscuridad, sabiendo que la luz brillará en medio de las
tinieblas y que la búsqueda de Dios nos hará atravesar mares y montañas.
Creemos caminar sin rumbo, pero
tenemos un objetivo: El Grial.
No recorremos a ciegas el camino,
la Luz nos guía.
Para ver, hace falta tanto el ojo
como la Luz.
Cuando más profunda sea la
oscuridad, cuando más débiles sean nuestros sentidos, desplegaremos las alas
del alma. Y desaparecerá el vértigo. Y veremos.
La Minne (Amor) conforta, porque en
el recuerdo de su origen el hombre Minnende (Amante) reconoce su destino.
Cuando el hombre recibe el
“consuelo” de la Minne (consuelo que requiere, primero, la búsqueda, el error
y la lucha), se ha puesto un nuevo “hábito”: ha conseguido ser un “hijo de
Dios”.
De aquí en adelante, el buscador
queda ligado al objeto de la búsqueda. Queda ligado a Dios.
La búsqueda le ha aclarado los ojos,
le ha hecho penetrar en los secretos, le ha hecho entender los misterios, le ha
hecho conocer la esencia de la vida, le ha hecho alcanzar el espíritu.
Para ingresar en esa caballería,
hay que ser “puro”.
Ésa es la razón por la que sólo
Parzival pudo ver el Grial.
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