La “búsqueda” de
Perceval es un camino de transformación, de iniciación. El adolescente salvaje,
ignorante, recorre el camino del conocimiento.
Lo ha emprendido
desde su primer encuentro con esos cinco caballeros relucientes que surgen del
bosque. Esa visión del esplendor de las armas constituye una experiencia
religiosa.
En ese largo
camino, el Castillo del Grial no es un lugar más, sino un espacio maravilloso,
una aparición milagrosa. El héroe visita el otro mundo para adquirir conocimiento.
La visita de Perceval al Castillo es un contacto con lo sagrado, aunque, en ese
momento, él mismo no sea consciente de ello.
El señor del
castillo, el rey al que un rato antes Perceval ha visto pescando en el río,
resulta estar herido.
El rey invita a
Perceval a cenar.
Cuando entra en
la sala la doncella que porta el grial
«se hizo una
claridad tan grande
que las candelas
perdieron su brillo,
como les ocurre
a las estrellas
cuando sale el
sol o la luna»
(«une si grans
clartez i vint
qu’ausi perdirent
les chanloiles
lor clarté come
les estoiles
font quant
solaus lieve ou la lune»).
La visión de la
luz del Grial marcará para siempre a Perceval.
Pero no dice
nada. Toda la sala está a la espera de sus palabras, pero Perceval se calla.
Perceval era el
esperado para hacer la pregunta. En el castillo se le ha entregado una espada
como regalo, señal de que lo estaban aguardando.
Pero el héroe
calla.
En El Cuento del Grial, de Chrétien de
Troyes, Perceval no pregunta cuando tiene que hacerlo. Piensa hacerlo al día
siguiente.
Pero a la mañana
siguiente, ya es demasiado tarde: Cuando despierta, se encuentra con que el
castillo está desierto; ya no hay nadie a quien preguntar.
Perceval es “el
que no preguntó”. A partir de ese momento, el camino de la búsqueda es siempre
difícil, y el fracaso siempre está próximo.
Perceval
adquiere conciencia de que su silencio ha sido su fracaso, y emprende la
búsqueda, que es como una pregunta prolongada en el tiempo: el término latino
“quaerere”, del que deriva el francés “queste”, significa tanto “preguntar”
como “buscar”.
Por la mañana,
Perceval abandona decepcionado el repentinamente deshabitado castillo. Su
oportunidad se ha desvanecido. Se ha equivocado al permanecer callado. Ha
fracasado en la empresa.
Se encuentra con
una mujer que le pregunta su nombre.
Esa pregunta
constituye un despertar de la conciencia de Perceval, un instante de
iluminación:
El muchacho, que
hasta ese momento no conocía su propio nombre, adquiere identidad: Dice
llamarse Perceval:
“Perce–val”: “El
que ha penetrado en el valle”.
Esa mujer le
explica que no pudo hablar ante la visión del Grial porque se lo impidió el
pecado que había cometido contra su madre.
El muchacho
vuelve a la corte de Arturo y allí la Doncella Fea le recrimina su comportamiento
en el Castillo del Grial:
«No indagaste
a qué prohombre
se servía
con el grial que
tú viste.
Muy desdichado
es el que ve
la ocasión que
más le conviene
y aún espera que
venga otra mejor».
Esa censura
desencadena la “queste”, una errancia sin descanso:
«Y Perceval
habló de modo distinto.
Dijo que en toda
su vida no dormiría
dos noches en el
mismo albergue;
que cuando
tuviera nuevas
de un paso
difícil, no dejaría de ir a pasarlo;
que cuando
supiera de un caballero
que vale más que
otro, o que otros dos,
no se abstendría
de ir a luchar con él,
hasta que
supiera a quién
se sirve con el
grial».
Sus palabras son
diferentes a las del resto de los caballeros de Arturo: Habla de una “queste”
extraña, solitaria, relativa a un mundo desconocido en la corte artúrica.
A partir de este
momento, la vida de Perceval gira en torno a la búsqueda: sus aventuras vienen
determinadas por su necesidad de saber, de comprender. Su vida es una búsqueda
permanente, una pregunta permanente. El héroe se ha transformado.
Perceval abre
así un camino nuevo, desconocido. Un camino de absoluta soledad.
Durante cinco
años Perceval vaga errante, va en demanda de las más duras aventuras. Pierde la
memoria. Olvida a Dios.
Finalmente, el
ermitaño le revelará a quién se sirve con el Grial, le desvelará no sólo la
pregunta que habría tenido que formular, sino también la respuesta a la misma.
Pero la obra
quedó inconclusa: Perceval no llega a regresar al Castillo del Grial para sanar
al Rey Herido. Sanación que se habría producido al hacer la pregunta adecuada.
Formular la
pregunta significaba restablecer la comunicación perdida, construir el puente
entre el mundo terrenal y el espiritual.
Sin embargo, de
algún modo este carácter inacabado de la obra de Chrétien es lo que mejor
encaja con la nueva forma de vida que en ella se plantea: la “queste” es una
búsqueda interminable del sentido de la existencia, una búsqueda que es la vida
misma y que sólo concluye con la muerte.
Así, en el
anónimo Perlesvaus o Alto Libro del Graal, los caballeros
llegan a un lugar llamado Castillo de la Pregunta, donde pueden preguntar por
el significado de las aventuras que han vivido y obtener la revelación del
sentido espiritual de las mismas.
En el Parzival de Wolfram von Eschenbach la
pregunta cobra un cariz nuevo:
La pregunta de
Parzival tenía que referirse no al contenido del Grial, sino al dolor de
Amfortas (el Rey Herido).
Cundrie (la
Doncella Fea) le reprocha su falta de compasión.
El mismo
reproche le hace el ermitaño:
«No ganó honra
allí,
cuando, al ver
la auténtica desdicha,
no le preguntó a
su anfitrión:
“Señor, ¿cuál es
vuestra necesidad?»
Esa pregunta
habría significado el encuentro del héroe, que hasta ese momento ha vivido
absorto en sí mismo, con el sufrimiento del otro: la “com-pasión”, compartir el
dolor ajeno. Compasión que habría conllevado la curación de ese dolor. La
compasión convertiría al héroe en salvador.
Parzival retorna
al Castillo del Grial y formula la pregunta adecuada:
- ¿Qué te
atormenta?
El
amor/compasión pone en contacto al “necio” del comienzo de la búsqueda con los
misterios del espíritu.
En la Queste del Saint Graal, el protagonista
ya no es Perceval, sino Galahad.
Galahad es el
héroe puro, y su búsqueda es un progresivo alejamiento de este mundo y una
aproximación al más allá, lo que le permitirá finalmente la visión del interior
misterioso del Grial, el acceso a la revelación de secretos inexpresables.
En la ciudad de
Sarraz, Galahad VE. Y muere:
«Es así, buen
dulce Señor, que me habéis dejado ver lo que siempre he deseado; ahora os ruego
que en este punto en que me encuentro, en este gran gozo, permitáis que
traspase esta vida terrena y acceda a la celestial».
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