Te esperaré,
Señor, tenso el oído
al callado
temblor de tu pisada
sobre la senda
nueva, acostumbrada
de tanto
presentirte ya venido.
Te esperaré,
Señor, estremecido
el cielo de mi
noche inacabada,
despierta mi
impaciencia a tu llamada
y hecha mi
cárcel vuelo reprimido.
Te esperaré,
Señor, hasta que quieras
trocarme en
logro de tu dulce encuentro
esta amarga
quietud de mis esperas.
Te esperaré en
mi casa anochecida,
vallada en
soledad por fuera y dentro,
a la luz de mi
lámpara encendida.
Emeterio García Setién
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