Transfigúrame.
Señor, transfigúrame.
Traspáseme tu
rayo rosa y blanco.
Quiero ser tu
vidriera,
tu alta vidriera
azul, morada y amarilla
en tu más alta
catedral.
Quiero ser mi
figura, sí, mi historia,
pero de ti en tu
gloria traspasado.
Pero a mí solo
no. Como a los tuyos,
como a Moisés,
fuego blanco de zarza,
como a Elías,
carro de ardiente aluminio,
cada uno en su
tienda, en ti acampados,
purifícame
también a todos
los hijos de tu
padre,
que te rezan
contigo o te rezaron
o acaso ni una
madre tuvieron
que les guiara a
balbucir el padrenuestro.
Purifícame a
todos, a todos transfigúralos.
Si acaso no te
saben, o te dudan,
o te blasfeman,
límpiales, piadoso,
como a ti la
Verónica, su frente,
descórreles las
densas cataratas de sus ojos,
que te vean,
Señor, y te conozcan;
espéjate en su
río subterráneo,
dibújate en su
alma
sin quitarles la
santa libertad
de ser uno por
uno tan suyos, tan distintos.
Que todos puedan
en la misma nube,
vestidura de ti,
tan sutilísima
fimbria de luz,
despojarse y revestirse
de su figura
vieja y en ti transfigurada.
Y a mí con ellos
todos, te lo pido,
la frente
prosternada hasta hundirla en el polvo,
a mí también, el
último, Señor,
preserva mi
figura, transfigúrame.
Gerardo Diego
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