Señor, entre las sombras voy sin tino:
la fe de mis
mayores ya no vierte
su apacible
fulgor en el camino;
¡mi espíritu
está triste hasta la muerte!
Busco en vano
una estrella que me alumbre;
busco en vano un
amor que me redima;
mi divino ideal
está en la cumbre,
y yo, ¡pobre de
mí!, yazgo en la sima...
La lira que me
diste, entre las mofas
de los mundanos,
vibra sin concierto;
¡se pierden en
la noche mis estrofas,
como el grito de
Agar en el desierto!
Y, paria de la
dicha y solitario,
siento hastío de
todo cuanto existe...
Yo, Maestro,
cual Tú, subo al Calvario,
y no tengo Tabor
cual Tú tuviste...
Ten piedad de mi
mal, dura es mi pena,
numerosas las
lides en que lucho:
fija en mí tu
mirada que serena,
y dame, como un
tiempo a Magdalena,
la calma: ¡yo
también he amado mucho!
Amado Nervo
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