En Occitania la
poesía y la filosofía constituían en realidad un todo indisoluble.
El mundo poético
occitano se regía por las “leyes” de la Minne: el amor ideal, el amor
sublimado, el amor idílico.
La Minne excluye
el amor carnal, la unión de los cuerpos, el matrimonio.
La Minne es la
unión de las almas.
Con el
matrimonio mueren la Minne y la poesía.
La unión carnal
es puro goce sensual que se desvanece pronto.
La Minne, en
cambio, es un amor puro e incorpóreo.
Las leys d'amors prescribían que éste
debía ser tan puro como una oración.
Y, gracias a
ellas, todo auténtico servidor de la Minne podía llegar a ser caballero.
El rey aragonés
Alfonso el Casto personificaba la Minne, que exige como condición
imprescindible la castidad.
En Wolfram, el
“día de la suprema Minne” es el Viernes Santo.
La enseña de los
caballeros del Grial era la paloma.
Y el Viernes Santo,
el día de la suprema Minne, una paloma depositaba una hostia sobre el Grial
En Munsalväsche
imperaba la ley de la castidad. Quienes custodiaban el Santo Grial eran
vírgenes. En el Parzival de Wolfram,
los caballeros deben ser de una absoluta pureza, y el rey del Grial, Amfortas,
no puede ni vivir ni morir por no haber sido puro:
«Porque con
desenfrenado espíritu
pretendía un
amor prohibido,
se halla sumido
en tal dolor».
La suprema Minne
convierte a los hombres en poetas y a éstos, a su vez, en hijos de Dios. La
Minne es la añoranza de un Paraíso, añoranza que subyace en el ser humano.
Igualmente,
Dante llamaba a Beatriz “bien-amada del Amor primero”. Amor primigenio que nada
tiene que ver con el amor terrenal que procrea.
E igualmente los
cátaros rechazaban el amor carnal y lo reemplazaban por la Minne celestial, el
Amor divino.
La aspiración a
la pureza de los cátaros fue trasunto, en lo religioso, del imperio de la Minne,
cuyas leys d'amors, se decía,
habían sido traídas del cielo a la tierra.
Las leys d'amors y el Grial eran los dos
reflejos de la Minne temporal y religiosa.
También en el
catarismo, los “perfectos” debían ser castos.
La Minne suprema
es la vinculación del alma humana con Dios-Espíritu. El amor carnal, en
cambio, rompe la compenetración con Dios.
Guilhelm
Montanhagol, trovador de Toulouse, dice:
«Los que aman
deberían ser de corazón puro y no pensar más que en la Minne, pues la Minne
es virtud que hace buenos a los malos y mejores a los buenos. La Minne hace
castos».
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