jueves, 6 de noviembre de 2014

La Minne



En Occitania la poesía y la filosofía constituían en realidad un todo indisoluble.

El mundo poético occitano se regía por las “leyes” de la Minne: el amor ideal, el amor sublimado, el amor idílico.
La Minne excluye el amor carnal, la unión de los cuerpos, el matrimonio.
La Minne es la unión de las almas.
Con el matrimonio mueren la Minne y la poesía.
La unión carnal es puro goce sensual que se desvanece pronto.
La Minne, en cambio, es un amor puro e incorpóreo.

Las leys d'amors prescribían que éste debía ser tan puro como una oración.
Y, gracias a ellas, todo auténtico servidor de la Minne podía llegar a ser caballero.
El rey aragonés Alfonso el Casto personificaba la Minne, que exige como condición imprescindible la castidad.

En Wolfram, el “día de la suprema Minne” es el Viernes Santo.
La enseña de los caballeros del Grial era la paloma.
Y el Viernes Santo, el día de la suprema Minne, una paloma depositaba una hostia sobre el Grial

En Munsalväsche imperaba la ley de la castidad. Quienes custodiaban el Santo Grial eran vírgenes. En el Parzival de Wolfram, los caballeros deben ser de una absoluta pureza, y el rey del Grial, Amfortas, no puede ni vivir ni morir por no haber sido puro:
«Porque con desenfrenado espíritu
pretendía un amor prohibido,
se halla sumido en tal dolor».

La suprema Minne convierte a los hombres en poetas y a éstos, a su vez, en hijos de Dios. La Minne es la añoranza de un Paraíso, añoranza que subyace en el ser humano.

Igualmente, Dante llamaba a Beatriz “bien-amada del Amor primero”. Amor primigenio que nada tiene que ver con el amor terrenal que procrea.

E igualmente los cátaros rechazaban el amor carnal y lo reemplazaban por la Minne celestial, el Amor divino.

La aspiración a la pureza de los cátaros fue trasunto, en lo religioso, del imperio de la Minne, cuyas leys d'amors, se decía, habían sido traídas del cielo a la tierra.
Las leys d'amors y el Grial eran los dos reflejos de la Minne temporal y religiosa.

También en el catarismo, los “perfectos” debían ser castos.
La Minne suprema es la vinculación del alma humana con Dios-Espíritu. El amor carnal, en cambio, rompe la compenetración con Dios.

Guilhelm Montanhagol, trovador de Toulouse, dice:

«Los que aman deberían ser de corazón puro y no pensar más que en la Minne, pues la Minne es virtud que hace buenos a los malos y mejores a los buenos. La Minne hace castos».

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