jueves, 26 de septiembre de 2013

La verdadera patria




Cualquier creyente cátaro podía aspirar a convertirse en Buen Cristiano.

La Iglesia cátara se componía, al igual que la Iglesia católica, de clero y laicado. Pero, al contrario de lo que ocurría en la Iglesia católica, la casta sacerdotal/monástica cátara no estaba cerrada a la aspiración de la generalidad de los fieles. Cualquier creyente era un Buen Hombre en potencia, la “ordenación” era un objetivo de todos los creyentes.

Ordenados por el bautismo espiritual, el Buen Hombre y la Buena Mujer debían vivir cristianamente. El consolament sólo proporcionaba la salvación si era acompañado por las buenas obras, por el cumplimiento de la regla evangélica, por el seguimiento de la Vía de la Verdad.

Los cátaros no concedían valor alguno a los condicionamientos humanos establecidos en un universo arbitrariamente regulado por los vencedores convertidos en señores. Rechazaban, en nombre del Evangelio, todos los fundamentos de la sociedad de su tiempo, una sociedad que aplastaba al hombre.

Pero eso no significa que aspiraran a una revolución social. Lo que condenaban era la totalidad de este mundo malvado, a lo que aspiraban era a la patria celestial.

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