Insistí acerca
de lo que le había preguntado en el tercer cielo: “Muéstrame cómo se sabe aquí
todo lo que se hace en aquel mundo”.
Estaba todavía
hablándole cuándo he aquí que uno de los ángeles que allí había, más glorioso
que aquél que me había subido desde el mundo, me mostró un libro y lo abrió.
Estaba escrito, mas no como los libros de este mundo. Me lo dio, lo leí y
resultó que allí estaban escritas las acciones de los hijos de Israel, y las de
otros que yo no conozco. Dije: “Verdaderamente nada hay que quede oculto al
séptimo cielo de cuanto se hace en este mundo”.
Allí vi muchas
vestiduras dispuestas, muchos tronos y muchas coronas. Dije entonces al ángel:
“¿De quién son estas vestiduras, tronos y coronas?”.
Me respondió:
“Muchos de ese mundo serán los que reciban estas vestiduras, al creer en la
palabra de Aquél que se llamará como te dije; para ellos están preparadas”.
Y vi a Uno que
estaba allí, cuya gloria excedía a todos, grande y maravillosa era su gloria.
Después, todos los justos que había visto, así como los ángeles se llegaron a Él
(Adán, Abel, Set y todos los justos se acercaron hacia adelante), lo adoraron y
alabaron todos al unísono. Yo también me uní a ellos, y mi alabanza era como la
suya. Entonces se acercaron todos los ángeles, lo adoraron y alabaron.
Yo me
transfiguré, haciéndome como un ángel.
Vi que estaban
allí el Señor y el segundo ángel, pero éste situado a la izquierda de mi Señor.
Pregunté: “¿Quién
es éste?”.
Me respondió:
“Adóralo, pues éste es el ángel del Espíritu Santo, que habla por ti y los
otros justos”.
Vi entonces la
gran gloria al abrirse los ojos de mi espíritu, pero no pude continuar
contemplándola, mas vi a los justos que con gran poder contemplaban la gloria
de Aquél.
Se acercaron a
mí mi Señor y el ángel del Espíritu, y dijo Él: “Mira cómo te ha sido dado ver
a Dios, y por tu causa ha recibido poder el ángel que está contigo”.
Y vi como
mi Señor y el ángel del Espíritu adoraban y alababan juntos a Dios. Entonces
todos los justos se acercaron y lo adoraron, y los ángeles hicieron lo mismo. Y
todos los ángeles lo alabaron.
Entonces oí
voces de alabanza que había escuchado en los seis cielos, que subían y se oían
allí; todas eran enviadas a aquel Ser glorioso, cuya gloria no pude contemplar.
Yo mismo oía y veía sus alabanzas, y el Señor y el ángel del Espíritu oían y
veían todo. Todas las alabanzas que se enviaban de los seis cielos no sólo se
oían, sino que se veían.
Oí decir al ángel que me guiaba: “Éste es más excelso
de los excelsos, el que mora en el mundo sagrado y descansa en los santos, el
que ha de ser llamado por el Espíritu Santo, en boca de los justos, Padre del
Señor”.
Estas cosas vio
Isaías y las contó a los que estaban ante él, quienes prorrumpieron en
alabanzas.
Dirigiéndose al
rey Ezequías, dijo Isaías:
“El fin de este
mundo y toda esta visión se cumplirán en la última generación.
Vosotros, por
vuestra parte, manteneos vigilantes en el Espíritu Santo para que recibáis
vuestras vestiduras, tronos y coronas de gloria que están ya dispuestos en el
séptimo cielo”.