En Wolfram se
dice: «El que quiera conquistar el Grial sólo puede abrirse camino hacia ese
objeto precioso con las armas en la mano».
Las aventuras
del Grial son, pues, aventuras de carácter guerrero, que tienen un carácter
simbólico: expresan actos espirituales, no acciones materiales.
Ese “abrirse el
camino al Grial con las armas en la mano”, a base de lucha y combate, hace
referencia a un camino activo, en una trasposición de la “caballería terrenal”
a la “caballería espiritual”. Se trata de matar al “dragón”.
Esas aventuras o
pruebas van destinadas a confirmar la cualidad guerrera, haciendo aparecer al
héroe como el mejor caballero del mundo.
Mas, para ello,
además de fuerza, se requiere sabiduría y vocación.
Tanto en Wolfram
como en Chrétien de Troyes se narra cómo se despierta en Parsifal el afán de
aventura que le conducirá primero a ser caballero y después a buscar el
Grial.
Pasa a obedecer
«sus deseos más profundos».
Parsifal es
despertado a la vocación de caballero del Grial por la voz de los pájaros,
que simboliza la llamada de lo alto frente al vínculo con la naturaleza
terrestre.
Es una suerte de
llamada supraterrenal, la llamada de Dios o de los ángeles, que provoca el
despertar interior y el encuentro con los guías sobrenaturales.
Esa llamada de
lo alto es comparable a una misteriosa reminiscencia. Y así, se dice que «nadie
conocerá el Grial si no lo ha visto ya en el Cielo».
A los iniciados
del Grial les incumbe una misión que es la verdadera medida de su valía.
Buscar el Grial
y, sin embargo, no preguntar “para qué sirve”, pone de manifiesto la falta de
preparación del héroe.
El héroe
admitido en el castillo del Grial está obligado a hacer la pregunta. Si
permanece indiferente ante el problema, frente al representante herido,
paralítico, castrado, degradado o privado de la realeza, su virtud se
demuestra insuficiente.
En Wolfram, la
mensajera del Grial, Cundrie, acusa a Parsifal (debido a que no ha “hecho la
pregunta”) con estas palabras: «Las alabanzas desmedidas que de ti se hacen
pierden su razón de ser. Tu fama se ha mostrado impura».
La aventura del
“Chastel Marveil” aparece, a continuación, como una especie de reparación,
como una prueba encaminada a despertar en Parsifal una conciencia de la que
todavía carece.
Las aventuras
del Grial son experiencias de carácter iniciático. Tempestades, bosques,
aguas, monstruos...
Son etapas de un
itinerario interior.
La destrucción
del Yo físico y la incorporación a estados trascendentes del ser.
Primero,
Parsifal, tras matar al Caballero Rojo, de algún modo se convierte en el
Caballero Rojo: se viste con su armadura y se hace con su espada.
Después,
Parsifal recibe una segunda espada, en el castillo del Grial.
De ella se
había servido el rey del Grial antes de ser herido.
El héroe, con
sus propias fuerzas y con su propio arrojo, llega hasta el castillo inaccesible
del Grial, y allí le es entregada la segunda espada.
Espada de la que
le dice Sigune: «Si conoces sus virtudes secretas, puedes afrontar sin miedo
cualquier combate».
Obtenida la
espada (o habiendo cumplido cualquiera de las empresas que, en las distintas
formas del simbolismo, corresponden a la misma realización), Parsifal sentirá
la necesidad de conocer la esencia del Grial, de descifrar su misterio, de
“hacer la pregunta”.
Obtener la
espada significa hallarse calificado (o “investido”) para ser admitido a ver el
Grial, para adquirir el poder de la “Piedra de la Luz” o “Piedra fundamental”,
y, por tanto, para sanar al rey y para restaurar el reino devastado.
El héroe se
mueve a partir de ese momento por un único afán. Parsifal dice: «Esté cerca o
lejos la hora en que me será dado ver de nuevo el Grial, hasta entonces no
conoceré más gozo. Al Grial van todos mis pensamientos. Nada me apartará de
él mientras yo viva».
La naturaleza
del héroe ha cambiado: su debilidad se ha convertido en fuerza y su corporeidad
en espiritualidad. Lo denso se ha transmutado en lo sutil.