Cristo no ha venido para lavar las manchas de la
carne, sino para purificar de su suciedad a las almas creadas por Dios, que han
sido mancilladas por el contacto con los espíritus malignos.
Como dijo el Señor por boca del profeta Baruc en
Israel:
"Escucha, Israel, los mandamientos de la
vida; pon el oído para aprender lo que es la prudencia. ¿De dónde viene, oh,
Israel, que estéis presentes en el país de vuestros enemigos, que languidezcáis
en una tierra extranjera, que os manchéis con los muertos y que seáis mirados
como los que descienden a la tierra? Es porque habéis dejado la fuente de la
sabiduría. Porque si hubierais caminado por la vía de Dios, habríais vivido en
la eterna paz" (Bar., III, 9).
David dijo igualmente:
"Oh Dios, las naciones han entrado en vuestra
hacienda y han manchado vuestro santo templo" (Sal., LXXVIII, 1).
El pueblo de Dios ha sido pues profanado por la
sociedad de los espíritus malignos.
Dijo Pedro: "No es la purificación de las
manchas del cuerpo lo que nos salva, sino el compromiso de conservar nuestra
conciencia para Dios" (1, Pe., III, 21).
Lo que equivale a decir: No es la acción de la
Iglesia lo que nos salva, sino el compromiso de conservar nuestra conciencia
pura, compromiso que se hace delante de Dios con los ministros de Dios como
intermediarios.
El Apóstol dijo en la segunda epístola a Timoteo:
"Quienquiera que esté comprometido en el servicio de Dios, debe evitar el
embarazo de los asuntos de la vida, con el fin de atender a Aquél que le
enroló" (2, Ti, II, 4).
Leemos también en el evangelio de Lucas:
"Quien habiendo puesto la mano en el arado mire atrás, no es digno del
Reino de Dios" (Lu., IX, 62).
Jesús, hijo de Syrach, nos dice: "Si aquél
que se lava después de haber tocado a un muerto, lo toca de nuevo, ¿de qué le
sirve haberse lavado? Igualmente si un hombre ayuna después de haber cometido
pecados y los comete de nuevo, ¿qué gana con haberse afligido y humillado? y
¿quién acogerá su plegaria?" (Ec., XXXIV, 30-31).
Y Pedro en su segunda epístola: "Si después
de haberse retirado de las corrupciones del mundo por el conocimiento de Jesucristo,
nuestro Señor y Salvador, se dejan vencer y se comprometen de nuevo con el
mundo, su último estado es peor que el primero. Pues más les hubiera valido no
haber conocido el camino de la justicia, que volverse atrás después de haberlo
conocido. Pero les ocurrió lo que dice un proverbio verdadero: el perro vuelve
a lo que ha vomitado, y el cerdo, después de haber sido lavado, va al fango
para revolcarse de nuevo en él" (2 Pe., II, 20-22).
Es por esto por lo que debéis comprender que, si
acabáis de recibir el mensaje de Dios, será importante que lo conservéis toda
vuestra vida con pureza de corazón y espíritu.
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