viernes, 10 de febrero de 2012

MAZDEÍSMO


El mazdeísmo es la religión irania de Ahura Mazda, término del cual deriva su denominación.
Estas dos palabras, todavía separadas en los Gathas, significan Señor (Ahura) y Sabiduría (Mazda); son una descripción de la esencia de la divinidad suprema, pero terminaron por convertirse en su nombre propio, sobre todo cuando se unieron en una sola palabra: Ohrmazd, Ohrmuzd (Ahur y Mazd); castellanizado: Ormazd, Ormuz.


Las fuentes del mazdeísmo son:
1) Los Gathas: “Himnos, canciones” que, redactadas o no por Zoroastro, reflejan su doctrina; integran el núcleo más arcaico del Avesta, de ahí su designación de Avesta antiguo.
2) El Avesta reciente, redactado por los magos.
3) La literatura Pehlevi, nombre de la lengua vulgar a la que fue traducido el Avesta, completado con un conjunto de “comentarios” (Zend) y con una serie de obras literarias de época posterior a Jesucristo e influenciadas por el cristianismo.


La diferenciación entre unos textos y otros es clara, por ejemplo, en cuanto a la ausencia de la magia y los conjuros (Avesta antiguo) o su presencia (Avesta reciente), o en la forma literaria: exposición abstracta de la doctrina religiosa (Gathas) o relatos concretos con descripciones llenas de fantasía (literatura pehlevi). Así, las ideas sobre el cielo y el infierno aparecen expuestas con plasticidad creciente en los diversos documentos, culminando en la dantesca descripción del Ardd Vtráf: Ardá Viráf, llevado de la mano por un acompañante, Estrosh, para que no le ocurra ninguna desgracia, visita «los horrorosos abismos del infierno, hoyo espantoso que conduce a un lugar estrecho y horrible, lleno de una oscuridad tan tenebrosa que es necesario ir tanteando con las manos y de una hediondez tan fétida que a quien el espeso aire suba a la nariz se inclinará, vacilará y caerá...»


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Zarathushtra, castellanizado Zaratustra, conocido entre los griegos como Zoroastro, no es el fundador del mazdeísmo, sino un reformador de la herencia religiosa irania, más desde el punto de vista ético que teológico, de modo que los griegos del siglo IV no hablaron de “religión” sino de “filosofía” de Zoroastro, quizás influidos también por el hecho de que en los textos de éste el término y el concepto de “sabiduría” (“sophía”) aparecen vinculados a la divinidad.
Nacido entre los siglos VII-VI a. C., Zaratustra fue un pequeño propietario, miembro de una de las familias aristocráticas del país y educado en la religiosidad tradicional de su pueblo. Como Buda y Confucio, se retiró del mundo, en este caso a la gruta de una montaña, durante seis años. Tenía 30 años cuando, en estado de éxtasis, creyó recibir de Ahura-Mazda “revelaciones” que, tras 10 años de maduración, lo llevaron a predicar las nuevas religiosas: la divinidad de Ahura-Mazda, su inminente venida, la urgencia de ponerse de su parte... Perseguido por el Principio del Mal y por los partidarios de éste, Zaratustra fue expulsado de su tribu. Pero consiguió la conversión del rey de Bactres, lo cual lo puso a salvo.
Conocemos la doctrina de Zoroastro a través de los Gatha, recogidos después en el Avesta.


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En los Gathas (Avesta antiguo), los dos principios del Bien y del Mal, “espíritu salvador” (“spenta-mainyu”) y “espíritu malvado” (“angra anramainyu”, de cuya contracción proviene su nombre Ahriman), principios gemelos y contrapuestos, están subordinados al Señor y Sabio o Ahura-Mazda.
Pero en el Avesta reciente y en la literatura pehlevi, Ahura-Mazda, “Señor y Sabiduría”, padre del cielo, no figura como principio supremo, sino que es el principio del Bien en lucha trágica e irreconciliable con Ahriman.
Junto al señorío y la sabiduría, la bondad integra la tríada de atributos de Ahura-Mazda, causa de todo el bien y sólo del bien.
Ahura-Mazda y Ahriman, aunque de condición totalmente antagónica, coinciden en su calidad de “principios ónticos”, origen respectivamente del Bien y del Mal, y de “principios cronológicos”, preexistentes a todo.
De este dualismo teológico deriva el dualismo antropológico, psicológico, cosmológico y metafísico (división de todo ser en espiritual y material-corporal o, con palabras del Avesta, en “manahya” y “astvan”). Todo el universo queda repartido entre el Bien y el Mal. El dualismo estructura en sentido antagónico el cosmos, los hombres y la misma divinidad, hasta que llegue el triunfo final de Ahura-Mazda.


Ahura-Mazda cuenta con la compañía de unos seres real o, por lo menos, racionalmente distintos del Principio del Bien. Son los “amesha spenta”, los “inmortales salvadores”.
A su vez, del lado de Ahriman figuran los “daevas”, que unas veces tienen entidad propia y otras aparecen como atributos de Ahriman, no distintos del Principio del Mal.


Los “amesha spenta” han sido considerados de distintos modos:
Bien como entes concretos, figuras celestes, a modo de ángeles, al servicio de Ahura-Mazda y a veces también de los hombres, como enviados del Señor, como protectores.
Bien como atributos de Ahura Mazda.
Bien como abstracciones éticas divinas (la Inmortalidad, la Verdad, la Justicia, etc.)
Bien como virtudes de los creyentes.


La lucha entre Ahriman y Ahura-Mazda se resolverá a favor de éste. Al final de los tiempos, tras la aniquilación de Ahriman y de su perversa obra, Ahura-Mazda, triunfador sobre el Principio del Mal, reinará solo y para siempre en un universo de felicidad absoluta.


El Avesta antiguo habla sólo de la “lucha final”, conflagración, especie de ordalía cósmica, enfrentamiento entre los ejércitos capitaneados por Ahriman y Ahura-Mazda, que concluye con el triunfo de éste y de sus seguidores.


El fuego es el instrumento de la justicia del victorioso Ahura-Mazda.


Ahura-Mazda fue objeto de un culto anicónico, pero esta carencia de imágenes se compensó con la importancia del fuego como símbolo de la gloria luminosa de la divinidad, resplandor y presencia ardiente de Ahura-Mazda.


El culto al fuego, función principal de los “sacerdotes”, comprendía: el cuidado de la llama sagrada, la recitación de plegarias ante la llama con la boca tapada para no contaminarla, el toque de campanas las cinco veces que diariamente era atizado el fuego para que los creyentes recordaran a Ahura-Mazda, y la conservación de los santuarios del fuego que se hallaban en las tres grandes montañas sagradas y en los lugares de culto menores.


Debido a la importancia religiosa del fuego, los cadáveres fueron objeto de cremación en la primitiva religión irania. En cambio, la religión de los magos optó por su exposición a las aves de rapiña sobre el techado de las llamadas «torres del silencio».


Tras la muerte, el alma del justo pasa a la “casa de la verdad” o paraíso de luz y alegría, y la del malvado a la “casa de la mentira” o lugar de lamentos. Hasta que llegue, tras la lucha final, la “restauración maravillosa” del universo.


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Los magos - de “magu”, “magavan”: “partícipes en los dones místicos” - eran una tribu políticamente influyente, en principio ajena al mazdeísmo y a la reforma zoroástrica. Sus miembros eran especialistas en prácticas “mágicas”, en la interpretación de sueños y en astrología.
El “Mago de los Magos” era su representante máximo.
La “religión de los magos” mantenía un arcaico ritual, dominado por el fuego y los astros, que los aproximó al mazdeísmo.
Dentro del mazdeísmo zoroástrico, los magos se convirtieron en una tribu similar a la de Leví en Israel, poderoso grupo religioso-sacerdotal, y como tales llevaron a cabo la codificación del Avesta ya en los primeros siglos después de Cristo.


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Paralelamente al mazdeísmo se desarrolló el zervanismo, considerado como una heterodoxia de aquél.
El zervanismo considera a Ormuz y Ahriman como hermanos mellizos ya desde el “útero del tiempo”, en su condición de Principios del Bien y del Mal, hijos de Zrvan Akarana - de ahí “zervanismo” -. Zrvan Akarana es un principio supremo y abstracto; significa el “tiempo ilimitado, indefinido”, que, mediante un proceso cósmico desarrollado en cuatro etapas temporales de tres mil años cada una, pasa del tiempo “infinito” al finito.


A partir del zervanismo se desarrollarán el mitraísmo y el maniqueísmo, las dos principales corrientes religiosas que compitieron con el cristianismo en los primeros siglos.

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