El dualismo, como concepción filosófica o religiosa, surge de una reflexión no ontológica, sino ética.
La pregunta que lo genera no hace referencia al origen del mundo, sino al origen del mal.
Ante la visión del mal en el mundo, el dualismo llega a la conclusión de que no puede tener la misma procedencia que el bien, no puede haber sido creado por el mismo ser. Por lo tanto, debe haber otro principio supremo tan poderoso como el que generó el bien.
A partir de esa consideración inicial, la cuestión ética se traslada a la ontología: Existen dos creaciones y dos creadores, irreductibles e irreconciliables.
Y, a partir del nivel ontológico, el dualismo se desarrolla también en el ámbito de la cosmología, la antropología y la soteriología.
A lo largo de la historia, una gran corriente dualista atraviesa la reflexión existencial:
Fuera del cristianismo, existen cuatro grandes doctrinas dualistas que se desarrollaron antes y después de Cristo en el territorio comprendido entre Grecia y Persia:
MAZDEÍSMO (A. C., Persia)
MANIQUEÍSMO (S. III, Persia)
PLATONISMO (A. C., Grecia)
BOGOMILISMO (S. IX, Grecia), que es ya más bien una herejía del cristianismo.
En el mundo judío coetáneo al nacimiento del cristianismo, existieron dos visiones dualistas del mundo, entre el siglo II a. C y el siglo I d. C.:
LA APOCALÍPTICA EXTRABÍBLICA
LOS ESENIOS DE QUMRAM
En el seno del cristianismo, en los cinco primeros siglos de su existencia se sucedieron distintas reflexiones de carácter dualista que fueron sistemáticamente tachadas de heréticas:
GNOSTICISMO (del cual existe también una vertiente no cristiana)
DOCETISMO (siglo I)
MARCIONISMO (siglo II)
ADOPCIONISMO (siglo III)
La versión hispana del adopcionismo (siglo VIII)
PRISCILIANISMO (siglo V)
En la Edad Media surge la última gran interpretación dualista del cristianismo y del mundo: EL CATARISMO.
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