El mensaje del catarismo fue recogido por el misticismo. La ortodoxia católica siempre receló de los místicos. De su comunicación directa con el Espíritu. De su “conocimiento”. Las visiones y éxtasis de los místicos son la vía de conocimiento propia de la enseñanza cátara.
Sólo unos pocos, muy pocos, alcanzan ese nivel de desasimiento de lo material que da acceso a la visión de lo inmaterial. Pero ése es el camino. Ésa es la búsqueda.
El mensaje de los místicos ha sido olvidado. Atendemos ya sólo a la belleza de las palabras que dejaron escritas, a la hermosa musicalidad de su poesía, pero esos poemas rayanos en la perfección son sólo el medio. Atendemos a la rima y desatendemos el mensaje. El más alto mensaje que se nos ha dado nunca.
Juan de la Cruz – Juan de Yepes en el mundo –, carmelita como Teresa, se expresó en su poesía en términos similares a los de la monja andariega. Ambos, Teresa y Juan, recorrieron el mismo camino de acercamiento a Dios, el mismo camino de conocimiento. Ambos supieron que la muerte era la vida, y la aguardaron con idéntica impaciencia:
"Estábame en mí muriendo,
y en Ti sólo respiraba,
en mí por Ti me moría,
y por Ti resucitaba,
que la memoria de Ti
daba vida y la quitaba".
El camino recorrido por los místicos es el proceso de recuperación de la memoria de la Luz y al mismo tiempo de desasimiento de las Sombras. El recuerdo de la Luz supone el progresivo olvido de este mundo, el olvido de la materia. La Luz lo va llenando todo, y todo lo demás deja de importar:
"Mi alma está desasida
de toda cosa criada,
y sobre sí levantada,
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada".
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