Los místicos de nuestro Siglo de Oro recorrieron este camino y supieron explicárnoslo.
Las palabras de Teresa de Cepeda constituyen una formulación hermosa y precisa de lo que significa este camino:
“Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero”.
Estos versos contienen una visión de la muerte como hecho alegre, anhelado, feliz. La puerta a una vida mejor.
Repetidamente en sus escritos Teresa expresó su deseo de morir, su concepción de la muerte como comienzo de la vida verdadera:
“Pues todos temen la muerte,
¿cómo te es dulce el morir?
¡Oh, que voy para vivir
en más encumbrada suerte!”
La muerte es el acceso a la vida, el final de este recorrido por territorios lúgubres. Teresa imagina y anhela ese instante dichoso:
“¿Qué será cuando veamos
a la inmensa y suma luz?”
En septiembre de 1582 llegó Teresa enferma al convento de Alba de Tormes; pocos días después, ya no le quedaban fuerzas para levantarse de la cama. Un día de octubre, sus monjas le oyen decir:
“Señor, ya es llegada la hora deseada, ya es tiempo de que nos veamos. Señor mío, ya es tiempo de caminar”.
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