Habría que recuperar el contacto con Dios.
Lo hubo. Basta con contemplar el arte de siglos
pasados para saber que lo hubo. Durante siglos buena parte de las creaciones
artísticas iban encaminadas a propiciar ese contacto. Eran canales de comunicación.
Los grandes templos de las distintas religiones se
construyeron para eso. No importa la religión que se profese, el efecto de los
grandes templos antiguos es el mismo: Son canales a través de los cuales el ser
humano puede acercarse a Dios. Como antenas que recogen la energía de la
divinidad y la trasladan al hombre.
Para ello, el ser humano ha de entrar en el templo
con los sentidos abiertos, receptivos. El mensaje llegará. Un mensaje
irreproducible, pero que a través de esos poderosos conductos llega hasta el
espíritu del hombre y lo aproxima a Dios con más intensidad que cualquier
sermón sacerdotal.
Pero de pronto los artistas dejaron de construir
edificios-antena. Los constructores actuales parecen haber perdido importantes
claves, quizás porque las sociedades en las que viven también han perdido los
códigos para interpretar esas claves.
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